sábado, 1 de julio de 2023

Capítulo de la novela La trama del camaleón,  (en plan de publicación este año)

LA NECIA PREMISA DE EXTENDER EL ODIO

 

Las cosas no pasan de la noche a la mañana. Lo que ocurrió fue lo mismo que la gota constante que lastima la piedra: la erosiona, la deforma y lo hace sin miramientos. Nosotros sentíamos cierta incomodidad al oír hablar de nuestros pecados en todas partes. Ibas al cafetín y ahí estaban desde obreros hasta profesionales hablando de la deshonestidad y de la violencia de nuestros pares cómo si hablasen de fútbol.

En la consulta médica, también. Si dejabas a la secretaria hilvanar dos frases, se decantaba por comentar la corrupción del gobierno de turno y también la de sus pares, el resto del personal de la clínica. No nos molestaba que fuese verdad o no. Lo que nos ponía era ver cómo erosionaban nuestra identidad aquellos que rompieron el tabú de hablar ante los otros lo que ocurre entre bambalinas.

Es que faltar a la regla del silencio equivale a reventar un dique:  no vas a saber las consecuencias hasta el fin de la tragedia.

En consecuencia, nos tornamos maliciosos. Acosadores del murmullo, de la vida íntima de los otros —de todos los otros— de las ideas inconvenientes, y también de la abulia. Porque cosas cómo, por ejemplo, no ser un patriota solamente puede significar que eres enemigo.

Ahora, lo que hablábamos entre corrillos no debe repetirse tan holgadamente. Posiblemente nos dejaría expuestos como seres míseros, compuestos de complejos y odio, lo más parecido a esas figuras góticas tan de moda ahora que las ha rescatado el cómic.

No. Nosotros seguimos siendo protocolarios. Somos afirmativos ante la tradición aunque a algunas disidencias les parezca primitiva. Es el caso de las corridas de toros, por ejemplo. ¿No cree usted lector que está lleno de inocencia el heroísmo el arte de destazar en vivo un semoviviente que está asustado, confundido y sin escapatoria? ¿no cree usted que allí se evoca un tanto a los sacrificios y ofrendas que suelen efectuar las religiones? Pues, para nosotros, eso es memoria y aquel que lo cuestione es comunista y ateo.

Piense, por favor, en la gravedad del asunto. Nadie acostumbra a detenerse ante el espejo y enumerar sus taras: “soy un ladrón, un asesino, un tal por cuál”.  Sencillamente, eso no pasa. Entonces, ¡por qué aguantar esa voz intrusa que viene a decirnos nuestras vergüenzas con la esperanza de arrancarnos el sueño?

¿No le parece mala fe?

Además, recuerde que siempre se habla del pecado ajeno y, la verdad, eso resulta tolerable casi siempre. El fuego brota cuando la amenaza pasa del rumor a los hechos. Cuando, por ejemplo, un rico pierde un negocio porque se evidencia que pagó sobornos a funcionarios. Lo mismo si un periodista —un ser que vive del prestigio y de la imagen— sabe que ha caído in fraganti haciendo lo mismo que denuncia de otros. Cosas como ésas suelen ser la línea roja que va de las palabras a los hechos.

Y aunque un incendio forestal puede tener varios focos de origen, nosotros no vamos a decir lo que pasaba en la interioridad moral de aquella Malanga en transición, tan herida de sí misma y de la muerte del mito de su cacareada fraternidad.

Iremos, nada más, al incidente de Porky porque resulta sintomático de los males que se desataron en Malanga, de los cuales culparemos siempre a las malas lenguas y a la mala leche de los otros, porque sepa usted que siempre el otro es el malo.

Esto es una premisa universal infalible, a pesar de lo falaz.

Porque otros factores como la desigualdad, la brecha digital, el sabotaje en la salud pública son temas que no han de abordarse jamás, so pena de ser considerado antipatriota, filibustero, gato negro.

Que de los huevos tiene agarrada la oligarquía a la mentalidad popular la oligarquía, no lo dude. Así que, si pone un pie en Malanga, no sea bruto: siga el juego del mundo rosa: diga que ha pisado el paraíso.

No tome, lector, esto como una confesión porque no lo es. Nada hay puro en este mundo y, mucho menos, la destilación del odio. Esta voz que hace el paréntesis no representa, aclaro, a nadie.

Es nada más la filtración del cinismo que nos fue permeando la conciencia para hacer soportable ante el espejo aquella monstruosidad en la que hemos ido derivando.


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