martes, 11 de julio de 2023

Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga


ISABEL EN EL CONFESIONARIO

 

Padre, estoy furiosa con Jaime. No me ha vuelto a pegar, no. Lo que ocurre es que le coquetea a todas las que pasan frente al zaguán de casa, aunque yo esté presente. Y tiene una suerte cabrona con las viejas:  todas le meten conversa y quién sabe qué más.

Pensar que yo lo escogí por feo y por buena gente para no estar pasando por éstas. Pero ya vio, se jodió una pierna jugando fútbol y llegan las del vecindario a dejarle una sopita, un pan casero o a, simplemente, saludarlo.

No, Padre, no puedo dejarlo porque carezco de estudios y no recibo salario. He querido aprender a bordar para vender cojines y blusas, pero con él en la casa, el tiempo no me da. Y no me diga que no quiero dejarlo, si la última vez me aflojó un diente.

Yo también le he golpeado, a veces, lo confieso. Aprovecho cuando viene borracho y que no se sostiene, para partirle la madre con la olla de hierro colado. No necesito motivo previo: verlo indefenso me motiva a tomar venganza de inmediato.

La vez pasada le quebré el brazo y, al día siguiente, nada recordaba de lo sucedido.

Tenía un arma que heredó del tata, pero la vendí a un ladronzuelo del barrio. Supe que luego andaba asaltando con ella en la comunidad, pero a nosotros, nunca. Yo no necesito permiso para protegerme, ni del consentimiento suyo. Me importa lo inmediato: mi vida.

Ahora, fíjese que me gusta mucho el pulpero y corre el rumor que maneja buena pasta. Esa tienda no vende mucho porque el barrio se está quedando solo:  yo sé que usted lo nota también porque menos gente viene al servicio dominical.

Por cierto, Padre. No sea tacaño; compre unos cojincitos:  el reclinatorio destroza las rodillas de los fieles y usted se ríe. Eso es pecado, es maldad.

Digo, ¿qué pasa si cambio al loco por el pulpero? Es que está más bonito y misterioso que este cabrón lengualarga que, cuando anda sano y libre de trabajo, se va a volar lengua a cualquier casa de la comunidad. Es una vieja de patio, se lo digo yo que lo he soportado doce años.

Mi tesis es que uno tiene derecho a mejorar, a no pasar hambres o estrecheces. Con ese muchacho podría hacer un buen futuro; con Jaime, no. La casa nos caer encima en cualquier momento. Después del terremoto, se limitó a conseguir unas formaletas y unos clavos de tres pulgadas para atilintar la casa. Uno camina con miedo de que eso sea como un castillo de naipes y de que un tornado, cualquier día, nos saque del mapa,

Oiga, Padre.  Usted debe saber quién es esa señora de maletín en la espalda que anda haciendo supuestas encuestas y tomando café en casas sin traer ni una galleta. Me contó Viqui que la estafó con un asociación pro vivienda y que, ahora, si la encuentra de frente, la otra vuelve el rostro y hasta cambia de acera. Lo peor es que anda con dos guardaespaldas que hace pasar por ayudantes.

Guárdese sus opiniones, sobre mi vida. Yo vine a pedirle consejo y no censura, Tampoco, penitencia. Estoy muy grandecita ya para rezarle a los yesos, pero me parece terrible que las cosas ocurran frente a los ojos de uno y no poder entenderlas, cómo si ocurriesen a oscuras. ¿Qué tiene este barrio, Padre, que se está muriendo como una chayotera y si remedio? Oigo que las nuevas generaciones ya no juegan en la calle porque los padres tienen miedo o porque se los traga el celular. A estas alturas, he olvidado la mayoría de las caras del vecindario y hasta llego a creer que esos chavalillos del búnker son mis vecinos naturales, mis pares.

No vaya usted a venir de casamentero o soplón a decirle a Clemente que me interesa. No sea sapo, busque vida. Mejor todavía, hágase de su propia amiguita y deje envidiar la vida carnal de los otros. Por ahí dicen que la encuestadora es facilona, aunque a mi casa todavía no llega. Usted le llega con el cuento de la salvación y se le va arriba…¿Qué le parece?

No me grite.

Puta, así pagan la devoción de una. Uno viene a darle su vueltita para ver que todo está bien y lo que hace es arrojarme agua bendita y levantar la cruz. Seguro pienso que tengo el chamuco dentro y no. Solamente le estoy hablando de mortal a mortal porque usted lo es…

¿Va a decir que no?

Eso es soberbia, Padre.

No hace falta que llame a la policía.

Me estoy yendo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Su observación es bienvenida. Gracias por leer.