Textos., poesía y novela. Ver la web en https://adanadolfovivas.academia.edu/
viernes, 21 de julio de 2023
jueves, 20 de julio de 2023
Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga.
UNA VOCACIÓN QUE NO ACABA DE CUAJAR
miércoles, 19 de julio de 2023
Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga
EL ESPÍRITU PRAGMÁTICO DEL SICARIATO LEGALIZADO
sábado, 15 de julio de 2023
UNA RUPTURA POR RAZONES DE IMAGEN
—Fabio, voy a dejarte— me dice mientras yo lavo los
platos.
—¿Estás loca? ¿Qué diablos te pasa?— respondo con casi
al grito, para que se oiga bien, porque la canilla de agua rebota escandalosa
sobre las cucharas.
—Tengo otras metas. Vos, sin embargo, sos un lastre.
Te dedicás a vegetar y no me ayudás con el diario. Ni siquiera cuidas al
carajillo— alega ella con las manos apoyadas en el marco de la puerta.
Cierro el grifo y me cierro las manos. Procuro no
manifestar incomodidad, pero le suelto:
—Pues no vas a llegar muy lejos con el Partido
Pandereta. Ellos no sacan ni una diputación.
—Pues, gracias a ellos, comemos. Y de lo que tomo de
los diezmos, nos vestimos y nos damos algunas salidillas finas.
—Me parece que hacés rabietas desmesuradas. Que la
señora Gallinés te ganase la primera vicepresidencia no tiene importancia si
nunca saldrá electa; ni ella, ni vos.
—No es eso, Fabio. Yo sé que vos traficás chocolates
con dulce de leche. Eso es muy grave y puede joder mis aspiraciones políticas.
—No jodás. ¿Tomás en serio esa patraña? Heriberto usa el partido para lavar dinero.
Nada más.
—Pues yo quiero reconocimiento. ¿Viste que el fin de
semana anterior, el terremoto le dio a Annette una visibilidad no esperada?
Quiero estar lista para eso.
La cosa es que no quiero que tus negocios dulces me
pringuen a mí. Es temporal, mantendremos
la distancia por conveniencia y ya luego nos arrejuntamos. Es que, si sale el
chance de hacer plata, no puedo tener rabo que me majen.
—Vos creés que con fichas como Heriberto no te
manchás? ¿Acaso la Gallinés no era una maldita zopilota de la vivienda? Quién
putas te entiende.
—Es que quiero pedirle al pastor que me dé salario y
alguna participación en las ganancias. Eso de ser parte del partido y ver pasar
el dinero como si fuese una cascada no tiene gracia, si conservás las manos
secas.
—Está bueno. Lo entiendo. Voy a necesitar que me pasés
plata para un hotel y alimentos. Sacá un par de cervezas para celebrar.
—Al güila te lo dejás vos. Cosa que, si tengo que salir de gira, no me
estorbe—. Asiento con total pereza, pues ella nunca se ha ocupado del niño.
Mientras tira la puerta de la nevera, me enfrenta:
—¿Te tragaste todo el queso, cabrón…? Vas a decir que
otra vez hay ratones. Sos una plaga para tragar.
En ese momento, pienso que Rosaura me trata mucho
mejor y que es el chance perfecto para irme con ella.
Para no seguir discutiendo, le pelo el diente y le
planto un beso.
(Dios, ha de tener una caries tremenda…)
Claro, no diré a esta vieja adónde voy a meterme. Al
carajillo lo dejaré advertido.
A la plata del hotel le daré mejor uso.
jueves, 13 de julio de 2023
LAS MALEDICENCIAS DE ANA
miércoles, 12 de julio de 2023
LA MALA FE DE UNA ACTRIZ SIN CAMERINO
martes, 11 de julio de 2023
ISABEL EN EL CONFESIONARIO
Padre, estoy furiosa
con Jaime. No me ha vuelto a pegar, no. Lo que ocurre es que le coquetea a
todas las que pasan frente al zaguán de casa, aunque yo esté presente. Y tiene
una suerte cabrona con las viejas: todas
le meten conversa y quién sabe qué más.
Pensar
que yo lo escogí por feo y por buena gente para no estar pasando por
éstas. Pero ya vio, se jodió una pierna jugando fútbol y llegan las del
vecindario a dejarle una sopita, un pan casero o a, simplemente, saludarlo.
No, Padre, no puedo dejarlo porque carezco de estudios y
no recibo salario. He querido aprender a bordar para vender cojines y blusas,
pero con él en la casa, el tiempo no me da. Y no me diga que no quiero dejarlo,
si la última vez me aflojó un diente.
Yo también le he golpeado, a veces, lo confieso.
Aprovecho cuando viene borracho y que no se sostiene, para partirle la madre
con la olla de hierro colado. No necesito motivo previo: verlo indefenso me motiva
a tomar venganza de inmediato.
La vez pasada le quebré el brazo y, al día siguiente,
nada recordaba de lo sucedido.
Tenía un arma que heredó del tata, pero la vendí a un
ladronzuelo del barrio. Supe que luego andaba asaltando con ella en la
comunidad, pero a nosotros, nunca. Yo no necesito permiso para protegerme, ni
del consentimiento suyo. Me importa lo inmediato: mi vida.
Ahora, fíjese que me gusta mucho el pulpero y corre el rumor
que maneja buena pasta. Esa tienda no vende mucho porque el barrio se está
quedando solo: yo sé que usted lo nota
también porque menos gente viene al servicio dominical.
Por cierto, Padre. No sea tacaño; compre unos cojincitos: el reclinatorio destroza las rodillas de los
fieles y usted se ríe. Eso es pecado, es maldad.
Digo, ¿qué pasa si cambio al loco por el pulpero? Es que
está más bonito y misterioso que este cabrón lengualarga que, cuando anda sano
y libre de trabajo, se va a volar lengua a cualquier casa de la comunidad. Es
una vieja de patio, se lo digo yo que lo he soportado doce años.
Mi tesis es que uno tiene derecho a mejorar, a no pasar
hambres o estrecheces. Con ese muchacho podría hacer un buen futuro; con Jaime,
no. La casa nos caer encima en cualquier momento. Después del terremoto, se
limitó a conseguir unas formaletas y unos clavos de tres pulgadas para atilintar
la casa. Uno camina con miedo de que eso sea como un castillo de naipes y de
que un tornado, cualquier día, nos saque del mapa,
Oiga, Padre. Usted
debe saber quién es esa señora de maletín en la espalda que anda haciendo
supuestas encuestas y tomando café en casas sin traer ni una galleta. Me contó
Viqui que la estafó con un asociación pro vivienda y que, ahora, si la
encuentra de frente, la otra vuelve el rostro y hasta cambia de acera. Lo peor es
que anda con dos guardaespaldas que hace pasar por ayudantes.
Guárdese sus opiniones, sobre mi vida. Yo vine a pedirle
consejo y no censura, Tampoco, penitencia. Estoy muy grandecita ya para rezarle
a los yesos, pero me parece terrible que las cosas ocurran frente a los ojos de
uno y no poder entenderlas, cómo si ocurriesen a oscuras. ¿Qué tiene este
barrio, Padre, que se está muriendo como una chayotera y si remedio? Oigo que
las nuevas generaciones ya no juegan en la calle porque los padres tienen miedo
o porque se los traga el celular. A estas alturas, he olvidado la mayoría de
las caras del vecindario y hasta llego a creer que esos chavalillos del búnker
son mis vecinos naturales, mis pares.
No vaya usted a venir de casamentero o soplón a decirle a
Clemente que me interesa. No sea sapo, busque vida. Mejor todavía, hágase de su
propia amiguita y deje envidiar la vida carnal de los otros. Por ahí dicen que
la encuestadora es facilona, aunque a mi casa todavía no llega. Usted le llega
con el cuento de la salvación y se le va arriba…¿Qué le parece?
No me grite.
Puta, así pagan la devoción de una. Uno viene a darle su
vueltita para ver que todo está bien y lo que hace es arrojarme agua bendita y
levantar la cruz. Seguro pienso que tengo el chamuco dentro y no. Solamente le
estoy hablando de mortal a mortal porque usted lo es…
¿Va a decir que no?
Eso es soberbia, Padre.
No hace falta que llame a la policía.
Me estoy yendo.
LA VOZ DE LOS PERSONAJES ES COSA SERIA
—¿Estamos
todos ya? ¿Podemos empezar?
—Mire
que es idiota decir tal cosa. Sólo usted tiene idea de con cuántos personas y
voces trabaja. Es un desorden todo lo que hace…— es la voz de Clemente,
bastante serio.
—Bueno,
mando yo. Silencio, siéntense. ¿Alguien
sabe que estamos haciendo?
—Una
“novela”, así le llama usted, pero es un total despiche—tercia Annette— ¿Cómo
se le ocurre que yo quiero ser candidata si me va bien en lo que hago y, sin
embargo, no aparece en el relato? Aprovecho para decirles compañeros que vendo
jarras para café pintadas a mano bajo la escuela del expresionismo abstracto. El estilo me fue condicionado por este
escribiente, pues dice — o repite como loro— que la CIA inventó a Jackson Polllock.
Y,
sin embargo, no hemos usado para nada mi arte. Ni una puta exposición en una
feria de mercadillo.
Tanto
joder para nada.
Ah,
si alguno quiere una jarra, vale cien dólares. Aclaro que no tienen asa.
—Y,
¿por qué?— pregunta Miguel, el mecánico.
—Para
subrayar lo creativo. Es casi una jarra
inútil, un objeto hedonista— responde la artesana.
—Arte
es otra vara. De verdad, que acá estamos
jodidos todos. Nos falta, como siempre, dirección. Este escritor nos tiró al agua
para hacer una novela donde el sicariato era un oficio legalizado en una
sociedad moderna, pero lo que yo veo es una trama de corazones rotos en un barrio
venido a menos— dice Favio mientras sostiene la mano levantada, como hacen los
niños de primaria.
—Es
que las historias suceden sobre la marcha— explico yo—. Cuando contraté a
Annette me sedujo su natural patetismo, su caos espiritual. Jamás creí que tuviese ese espíritu arribista
a flor de piel y que se dedicara a sacarle plata a la comunidad. ¡Qué hija de puta resultaste!— digo mientras
le miro cara a cara.
—Sabe
qué pasa? Le estoy salvando el
pellejo. No vine a que me vieran la cara de tonta…Tampoco a aburrir al lector
con historias de gente pisoteada por el capitalismo. Eso ha sido invento suyo,
que es un zurdo de mierda, pero se disfraza.
Yo lo que quería de antemano era fama, pero nunca me puso en contacto
con los grandes galeristas de Artificio, aunque me lo ofreció repetidas veces… Recuerde.
—Lo otro que quiero decirles es que
tienen que moderarse. No es posible que el borrador cruce de mano en mano y lo
vayan alterando. Les recuerdo que el escritor soy yo y que, si no he ganado el
premio nacional, es por pura envidia del resto del país. Debiesen golpearse el
pecho con un yunque por el orgullo de estar bajo mi mando.
—¿Mando…? No seas mío—responde Ramón
Cifuentes, el actor que encarna al Alambres—. Te recuerdo que los de la Banda
del Turco abandonaron la novela en los primeros capítulos porque sos un
absoluto imbécil. A gente de la calle,
sobrevivientes que no saben ni escribir, los mandás a hacer trabajo
burocrático. A ellos, también les prometiste un protagónico.
Por eso fue que apareció el
militarote éste, que decís que trabajó en la Agencia. Sos un jetón: ni él, ni el
Fernando Pudín, que hace de Lunes Misericorde tienen pasado militar. Recordá que la misma estatura es un
condicionante y ese mae que dirige Sicarios ni siquiera habla inglés… Del “yes,
yes” no pasa y su condición física es un asco.
Claro, vos si pudieses, inventarías
que estaba en la Loma de Hierba el día que le volaron el cerebro a JFK. Así
como dijiste que Olga es premio nacional de periodismo, pero vos sabés que
nunca se graduó: la echaron de la U por
plagio con el GPT.
Ese narrador que altera a otro
narrador que cuenta a otro es muy trillado.
Es un juego de espejos, donde al final está tu sombra y todos los saben.
Debieses pensar en escribir política porque te quedás en las formas a
propósito.
Mirá, sólo quiero decirte que son
otros trucos los que te salvan la novela.
Porque es una crueldad tuya decir que doña Cayetana falleció en el terremoto
por un infarto al miocardio cuando, en realidad, cancelaste al personaje porque
no te gustó para nada su dicción. Ah, y dejáte de mierdas y acosos: dice Jenny que le echaste los perros. Hoy no
vino porque está de guardia en el hospital pero ahorita te pone demanda.
—Ah, falta gente acá…— aclaro—. Es
hasta ese momento que veo que no está Mendiola, ni Luisillo, ni Marina, ni
Yamileth, ni Rosaura, ni los burócratas del partido, ni el pastor,etc.
—Puta, los ponés a ganarse la vida y
luego reclamás porque no vienen. Sos un doble cara, ¡qué vergüenza!— Annette
que, viendo que estoy perdiendo el dominio de la reunión, se empodera para
acorralarme.
—Reconozco que lo de Mendiola es
culpa mía. Lo dejé trabado en un tragaluz del viejo banco quebrado. Nada estaba
haciendo allí, pero tampoco vi para qué sacarlo del lugar. Sospecho que habrá
muerto de hambre. Es un tópico que no quiero seguir.
—Demasiado moralismo, compañero—
interviene Ronald. No es su papel proteger a nadie. Allá usted lo que haga,
pero si a un sujeto le toca mal destino, ¿a usted que le importa? Lo suyo es
escribir y no meter mano.
—Meter mano es lo que hacés vos con
la enfermera, cabrón. Te suprimí de unas escenas porque la novela se me iba al
porno ya mismo.
—¿Ven, compañeros? Estamos en manos
de un censor, no de un escritor. Este
chavalo tiene la mollera vacía y bajo un esquema amoral nos engaveta a todos en
sus proyecciones. Tenemos que unirnos y resistir su dictadura.
Sólo falta que diga que los muertos
no son muertos, sino representaciones de muertos porque acá todo es simulacro.
—Lo es— grito yo, que no despierto
del asombro. ¿Acaso ustedes creen que
uno va y hace un libro matando a medio mundo y la cárcel no lo espera a la
vuelta de la vida? ¿Por qué creen que las balas son reutilizables?
Repito: reutilizables. Simple, porque
son de goma. A veces, usamos kétchup y soluciones de goma arábiga con tinta
para representar la sangre y eso.
—Ah, otra cosa, míster. Usted nos
hace mala sangre. Me ha puesto a decir que no me gusta Isa, que es bien fea. No
es cierto y, además, yo no emito juicios ofensivos contra nadie. Aparte, sus
cuentos de que tengo dineros ilegales y que trato con gente sombría, me hace
daño. A mi casa, llegaron judiciales el mes pasado y me detuvieron cuarenta y
ocho horas a ver qué sabía yo de los papeles de Panamá. Y no, yo no sé ni
mierda— habla el chino, tan calladito que estaba.
—Yo creo que hay que partirle la
madre— afirma el Retepiso, que estaba sentado cerca de mí con tremendo bate de
aluminio en la mano y mientras se incorpora amenazante, hace una seña con los
pulgares en alto para que todos se vengan contra mí.
Veo venir el batazo y trato de
esquivarlo. Siento el impacto justo cuando caigo al piso en el borde del ojo,
como si una bola de hierro quebrase mi mejilla.
He caído de mi colchón y tengo
ensangrentado el pijama. La cabeza me duele una barbaridad y veo borroso. La
pesa rusa que tengo siempre a la par de mi cama se tambalea aún por el impacto
con mi rostro.
Pero las voces siguen protestando,
creo. Lo digo porque me desmayo y en la cocina donde nos reunimos los
personajes y yo, ahora arde Troya. Todos contra todos porque sí.
Como en el Viejo Oeste. O en cualquier
pogo de los días del punk.
lunes, 10 de julio de 2023
ORDENANDO APUNTES PARA QUE NADIE SE SALGA DEL CANASTO
El terremoto sobrevino casi a medianoche del ocho de agosto: siete grados Richter, pero en la comunidad se sintió cercano a diez. Las estructuras endebles se movían como posesas por una fiebre de cuarenta y dos grados.
El chino Clemente dormía en la trastienda cuando vio sacudirse toda la armazón de su negocio. Mercadería por el suelo, botellas rotas y pisos pegajosos, merced al derrame de bebidas edulcoradas.
En lugar de ponerse a restablecer el orden, se limitó a sacar dos maletas grandes que tenía bajo las tablillas del suelo, bajo una estantería.
Se sacudió el polvo, se peinó bien y pidió un taxi rumbo a un hotel céntrico de Artificio, el Cóndor. Un lugar turístico de cuatro estrellas y se hospedó bajo el nombre de Benjamín Repollo, turista español.
Doña Vicky no vio mayores daños en su hogar, pues a pesar de las malas condiciones, allí todo se sostiene mutuamente. Las escaleras, por ejemplo, están calzadas con ladrillos de modo que el baile durante el terremoto fue minimizado.
No posee mucha cristalería, así que lo poco caído no llegó a generar astillas o riesgos. Las hijas de Virginia juran haber visto ratas correr por todas partes, pero tienden a exagerarlo todo.
De su parte, Luis quedó tan alterado que esa noche, luego de muchos años, mojó la cama.
Rolando Mendiola estaba hasta las cachas dormido en la habitación del segundo piso de su bufete. Aunque la casa tomó una inclinación de unos quince grados hacia la derecha, el abogado no logró notarlo nunca.
Los visitantes se sentían incómodos con el fenómeno, pero todos se resistían por pudor a tratar el tema.
Tres semanas después fue que pasó lo que pasó: ya fuese que el jurista se suicidase o que se quedase atrapado en el cielorraso de un banco en quiebra que ya era un simulacro de sí mismo, nada más.
Al narrador aclarar esto le vale un carajo.
El taller de Miguelón quedó incólume: la ventaja de una construcción liviana, forrada en latones.
El salón de belleza de Marina quedó en perfecto estado. Posiblemente porque ella tiene prácticas esotéricas y holísticas, mezcla de Blavatsky y Marie Condo.
Yamileth se separó de Fabio, pues ya empezaba a olerse mejores esperanzas en el Partido Puritano para sí y ese hombre solamente le serviría de lastre.
Le dejó también al carajillo que ya rondaba los once años, pero que no salía al sol nunca porque alguien le contó una versión distorsionada de los Teletubbies donde el astro mayor se comía al cuarteto de enanos imbéciles.
Ya dijimos que la secretaria de Mendiola se piró con el menaje de la oficina.
Y hay un montón de chismes más, pero no jodan por ahora. Estoy con la novela y voy a enfocarme un poco porque, de lo contrario, las moscas son para mí como alfombras persas: me distraen y me pierdo.
Además, esto no es epílogo. De hecho, a partir de ahora, aplicaré medidas de contención porque si no, me pongo a jugar con aquello de buscar la novela total y eso sí que es una absoluta huevonada.
La señora Gallinés volvió a Tres Vidas a la mañana siguiente del terremoto con una brigada de predicadores y amas de casa, que repartían víveres, agua, ropa entre los necesitados. A las tres de la tarde, hicieron olla de carne en la plaza de deportes y una multitud notoria, salida de los cuatro puntos cardinales acudió por ella.
La justa aparición de Olga Patogreis, reportando en vivo para La Patraña, le vino al pelo. El pastor candidato andaba de goma esa mañana y decidió evitar el encuentro con la prensa para no evidenciar lo demacrado que le dejaban las drogas mezcladas con el tequila.
Así que Ana pudo ser el centro de atención de esa tarde: en primera fila, con cuenco en una mano y cucharón en la otra, dándole caldillo y afecto a los necesitados. Quién sabe de dónde salió una cámara y otra que perseguían a la candidata vice de tal forma que el encuentro de Evita y Perón la tarde que se conocieron en medio de los apuros que había generado el terremoto de San Juan en el 44 pareciese apenas un teatrillo de marionetas ante la nueva improvisada producción y consecuente éxito de la señora Gallinés.
Aclaremos que servir la sopa no convierte en héroe a nadie: lo hace la presencia de las cámaras, las luces y un hito conveniente. Tanto fue así que en el barrio se dice que fue un montaje.
Eran casi las siete de la tarde, pero aún no caía la noche. Sin embargo, la merma de la agitación había dado lugar a intervalos de silencio y era posible, gracias a ello, detectar el compás de un reloj cucú o de una herramienta que trataba de despegar una lámina de zinc que tapaba el paso.
De repente, Annette detectó un hilo de voz que venía de debajo de los escombros de la quinta casa de la acera norte. Se dirigió casi de inmediato al sitio preciso y con una ayuda de una viga de madera, empezó a hacer palanca (antes se aseguró de ser seguida por todos los reporteros que mosqueaban en el área).
Eso fue genial: Ana estiró la mano y la sumergió en la oscuridad de los escombros: una niña rubia, de cuatro años, se aferró a ella y ni lerda, ni tonta la candidata hizo la pantomima de salvar a la menor.
O la salvó.
Y no quedó allí. A continuación, emergieron de los mismos escombros otro niño de ocho años; uno de dos y medio; una señora de setenta y cinco años y dos gallinas chiricanas. Todas se asieron, a su turno, de los brazos de la señora candidata que parecía no sudar, ni pensar en nada más que socorrer a la comunidad.
Esa misma noche, en los telenoticieros corría la estampa de la señora que, vestida de crema, no tuvo reparo en ensuciar su ropa por salvar vidas.
Ni la Perón tuvo tanta suerte. Estaba en el escenario, bajo los focos, ante la mirada de todos.
A ver qué podría ocurrir ahora: se montaría sobre la ola del éxito.
Ahora, yo recorrí a pie la comunidad unos días después. Es que me dicen el loco, porque cuando no estoy trabajando, me dedico a interpelar a todos los que pasan por acá. Algunos no me dan bola. Otros están urgidos de soltar sus penas o de opinar hasta de lo que no saben.
Ninguno había visto antes a los rescatados de esa noche. Nadie en la comunidad tenía gallinas. Nadie reconoció a los niños, ni a la vieja.
Dicen que, al regresar a casa, Ana sintió impulsos de hacerse un rodete como el que usara la señora Duarte cuando asumió como la antonomasia del poder en Argentina. Sin embargo, nuestra amiga se limitó a quitarse la peluca rubia que portaba y se limpió el maquillaje.
Cuando terminó, se sintió radiante, cambiada.
Dos minutos después, se quemó la bombilla del cuarto de baño.
Es que esas instalaciones viejas son un verdadero atentado.
Sin embargo, Ana siguió durante el resto de la campaña electoral, posando de perfil y con su corte de italian boy, con rayitos.
sábado, 8 de julio de 2023
EL RECLUTA SE ENCUENTRA BAJO OBSERVACIÓN, NO HAY DE QUÉ PREOCUPARSE
Me pregunta usted si Lunes trabaja
para nosotros.
Sí y no, permítame explicarle.
Él fue de los primeros
reclutas que tuvimos. Nos pareció doloroso que un veterano de guerra viviese
como empleado de una librería de viejo, que ni seguro social le ofrecía. Nosotros
ya nos habíamos cruzado antes en diferentes misiones pues ahí donde lo ve, el señor
Misericorde estuvo en fuerzas especiales y luego, durante dos o tres años trabajó
para la Agencia.
¿Cuál Agencia? No sea majadera. Eso averígüelo usted si no
teme por su vida. Acá no podemos decir el nombre completo. De las cosas de
seguridad, se mantiene sigilo.
Lunes era un empleado responsable.
Dos tiros por persona repartía y bien ubicados, casi siempre en la frente del
candidato. Eso no quita que los otros compañeros lo molestasen por su estatura
y por su supuesta fragilidad. Le habíamos condicionado a no mostrar sus dotes
de carnicero, así que, ante una estigmatización, simulaba intentar patear al
infractor y éste lo detenía con el estiramiento de sus extremidades superiores
que colocaba sobre la cara del enano.
Casi una chanza, totalmente
en regla.
Fue la octava misión de
Lunes la que le trajo el castigo. Yo sé que lo han visto repartiendo volantes nuestros
en este barrio y en el centro de Artifiicio. Es la pena que le impusimos para
ver si ha ganado autocontrol. Ese día, una mujer cuyo nombre debemos mantener en
reserva, esperaba que acabásemos con su marido, un importador italiano de telas
que tenía tratos con la mafia. Si estoy hablando en pasado, es porque luego se
completó el trabajo. Era un jueves y el
maldito enano se levantó con el santo de espaldas. Verá usted, por su estatura, él debe colocar el
revólver en diagonal al rostro de su objetivo, de modo que dispare hacia arriba…
No podía ser distinto
con un caballero que superaba el metro noventa, aunque estaba en recuperación
de cierto malestar en las rodillas que lo motivaba a andar despacito.
Pues bien, justo en el
momento en que lo pone en la mira y dispara, una mosca se posa en la nariz del
gatillero. Éste se incomoda y pifia el disparo.
En consecuencia, dos maravillosas lámparas de araña, traídas de Italia
se hacen trizas. Las astillas de cristal
de Murano salen en todas direcciones casi hechas polvo y sus pequeñas agujas alcanzan
a lastimar al gato persa que reposaba cerca de la chimenea, a pesar de estar
ella apagada.
El animalito sale
corriendo en busca de su ama que lo acoge en brazos. Luego de entregarlo a su
ama de llaves, doña Carmena muy enojada se acerca al tirador con tremendón
botellón de vino, que le estampa en la frente. Lunes es un maldito cabeza de
piedra: resiste el golpe y, casi de inmediato, reacciona: muerde a la mujer cerca del codo y, como si
fuese perro de traba, no la suelta.
Los compañeros de
equipo de Lunes, para evitar males mayores, lo deben anestesiar con trapos empapados
en cloroformo. Acto seguido, lo amarran y lo meten en la cajuela del coche
empresarial. Y llaman al 911 para que
asuma la curación de un daño colateral, que pega gritos y maldice peor que las
doñitas del mercado cuando alguien les intenta robar un rollo de culantro.
La no viuda amenaza con
demandar a la empresa por el sufrimiento emocional y otras pendejadas afines,
pero condiciona no hacerlo a que el contrato se cumpla de inmediato. Así que
mientras Lunes Misericorde es trasladado a una jaula de terapia dormido, otra
unidad de Sicarios se acerca al punto para terminar la tarea. Solamente se demoran en preparar un reporte
explicando que esta vez gastarán dos balas adicionales debido a un accidente
que cubre el seguro de riesgos de trabajo (adjuntar número de póliza y último
recibo cancelado).
Cuando tienen todo
listo, van directo al balcón donde el señor Malvadini está brindando por su
sobrevida y sin decir “agua va” le pegan dos tiros que hacen blanco simétrico
sobre cada ceja.
Nosotros quedamos muy
contentos de dar buen servicio a gente de bien. Fíjese usted que doña Carmen,
preocupada por el sufrimiento articular de su marido, estaba urgidísima de
aplicarle la eutanasia, cosa a la que su marido se negaba.
Era, pues, necesario el
factor sorpresa.
¿Me desvié del tema?
Perdone, me gustan las historias. En cuanto a Lunes, es un hombre adulto —ya
pasa los cuarenta años— pero es peligroso.
Ud. sabe quedan
secuelas, psicosis de guerra.
Jamás lo infiltraríamos
en una escuela, no. Quitarse la barba fue
otro yerro que cometió sin avisarnos y nos dimos cuenta porque el Comité de Buenas
Costumbres del vecindario Tres Vidas no mandó extensa carta con cuarenta firmas.
Tranquilos, no volverá
a suceder. Si todo sale bien, le daremos de alta como sicario hacia el mes de
marzo venidero. Sólo tiene que mantenerse sin síntomas de rabia unos meses más.
También sabe que si
vuelve a morder a alguien, somos duros.
El reglamento estipula
que le toca ser sacrificado.
martes, 4 de julio de 2023
EL OJO INSATISFECHO
Para vigilarlo todo
Trepa a la ladera
Se esconde tras el pasto
Contra el correr del viento
Y espera
Abajo pasa un río de huesos la miseria
Pasa un desfile de payasos los políticos
Pasa un huracán de papeles el derecho
Pasa un ornitorrinco de tristeza
Un millón de grillos disecados
Una centena de flores esponjosas
Y no
La verdad nunca pasa por la tierra