viernes, 27 de octubre de 2023

Bombeteando sobre la quinta novela, (apenas textos sueltos que luego deben hilvanarse).

CARDENILLO QUE PARECE CONFESAR SUS FALTAS, PERO ES SÓLO ESCRITURA CREATIVA

Cuando crucés la puerta, estarás perdido. Pensálo bien: nada vas a mejorar con confesarte porque el daño ya no tiene vuelta de hoja. ¿Qué pasa porque te apoderés de una colección de antigüedades que fuiste acumulando en nombre de tu anterior parroquia? ¿Acaso no son bienes terrenales? ¿De quién ha sido el esfuerzo, la chota, la majadería para lograr que los feligreses se desprendiesen de una vajilla antigua de plata, de unos candelabros de bronce, de unas sillas talladas en cenízaro…?
Porque las cosas no llegaron solas. Tus buenas cafeteadas te pegaste y tuviste que jugar de simpaticٴón y condescendiente con ese chorro de pecadores adinerados de tu anterior comunidad. Mirá que es el colmo reírle las gracias a un tipo que atropelló sin querer a un indigente, pero no tiene perdón que en la homilía dominical retorzás la escala de valores para hacer quedar como un acto heroico la irresponsabilidad de don Rodrigo… Claro que no vas a decir su nombre: tan sólo blanquearás el pecado.
Cuidado y no vaya otro hijueputa a querer imitarlo, ojo. Porque algunos feligreses se quedaron jetiabiertos esa vez que hiciste de un nota luctuosa, una frívola celebración de esperanza para la víctima de que “está en un mejor lugar”. Dijiste eso y con el pañuelo te secaste la frente, tres veces, como emulando a Pedro.
Sin embargo, ser lamebotas no es delito. Es lo que te mantiene vigente y con amigos en todas partes. Dicen que hasta sonás para ser la mano derecha del obispo. ¡Mirá que orgullo! Vos tan campesino —no lo sos, no mintás— tan choricero, quedabién, tan reprimido. Imagináte el chance de rozarte con la crema y nata de Malanga y el museo personal creciente…
Tendrías que alquilar una casita por ahí. Como si tuvieses un affaire con alguien. Es que uno debe prevenir que las cosas no se mezclen; no vaya a ser que se repita lo de la vez anterior cuando, al cambiar de parroquia, casi te expropian hasta los calzoncillos. Vale que te mudaste de noche, un par de camionzotes destartalados, pero amplios donde metiste de todo: cuadros, esculturas, cómodas, reliquias porque estabas convencido de que eran de tu propiedad.
Eso es discutible, lo sabemos. Otra cosa es que desde tu caparazón de soberbia, pretendás juzgar al mundo sin que nadie te juzgue a vos. Eso es, definitivamente, jugar sucio.
Y, sin embargo, no cabe duda que aprendiste viendo ejemplos. Los que llegan a ser poderosos suelen corromperse y acaban alineados con el poder. Recordá al difunto arzobispo que participaba todos los días en programas de opinión para lavar la cara del gobierno a cambio de favores, de donaciones personales que le ayudaron a construir un esplendor familiar antes inexistente.
Así que pensálo un poco. Vos recibís confesiones y no te toca dar cuentas a nadie. Sólo al de arriba, pero ése es un ser moldeable (“a imagen y semejanza” es una frase precisa pues implica que lo divino tendrá los valores que le asigne el hombre. Eso de quedarse cosillas ya lo han hecho otros antes y casi puede decirse que sos un aficionado. Lo que debés hacer es poner todo a nombre de tu madre. De tu hermanillo, el jumas, es imposible valerse.
Ah, pero ¿qué vas a confesar entonces? Acordáte que primero están las formas. Sería muy mal visto que llegue a oídos de la congregación que encontraste entre las bancas de la parroquia a un borrachillo anciano y lo pusiste a patadas en la calle. Malísimo se vería sobre todo porque el tipo murió congelado durante la madrugada allí, en los jardines del costado norte.
Es mejor que piensen que lo han asaltado y lo demás es anécdota. Lo que no se sabe no duele y a nadie mata. Está aquello del refrán “ojos que no ven…” que debiese ser también un versículo de las Sagradas Escrituras porque en los tiempos que corren todo, todo, necesita ser relativizado.
Ah, ¿no ibas para la delegación y solamente te detuviste a pensar si doña Cayetana pagó ya las misas de difunto de su pareja? Eso es distinto. Apúrate porque llueve. Mejor pasás a saludarla y le tirás una chanita. Esa gente tiene un molinito de café que debe estar centenario…
Viví, cabrón, viví. Dejáte de monólogos improductivos y a ver qué piezas te levantás hoy.

miércoles, 18 de octubre de 2023


HABITUALMENTE, PEDRITO NO ANDA TAN CANSADO

El hombre duerme la goma en el sofá y su brazo derecho cuelga hasta tocar el suelo. Por la luz que penetra la sala, podemos intuir que son las once de la mañana, algo así.
La puerta de la calle se abre, merced a que alguien ha abierto la puerta con su llave personal. La respuesta a esto es mínima: un perro que estaba echado sobre la alfombra se acerca a recibirle.
El que acaba de llegar es el cura y hermano del tipo que duerme la mona. Le da un par de cariños al perro y éste le contesta con un ladrillo y movimientos alegres de su cola.
Pedro deja el periódico sobre la mesa y una Biblia negra que carga siempre pues forma parte de su estampa particular de sacerdote que permanece en vigilia por el bienestar de la comunidad.
Corre forzadamente los pies de su hermano para hacerse campo y toma asiento en el borde izquierdo del diván. La tapicería no anda nada bien, pero es posible que se vea peor por estar tan sucia. En todo caso, el cura es meticuloso y evita apoyar su vestimenta sobre las regiones percudidas.
—¿Otra vez te alzaste de tanda? No seás tan hijueputa, Beto. Imagino que no has trabajado un solo día esta semana.
El borracho no reacciona. Eso enfada al hermano que decide tomar medidas de inmediato: lo apalanca hasta botarlo al suelo.
Suena como un coco aquello. Será que se ha roto la mollera, piensa. Sin embargo, los movimientos de los dedos para tratar de levantarse y los quejidos propios de alguien que se despereza, lo hacen postergar la indagación sobre el estado del saco de alcohol que es Alberto todavía.
—Volviste a tierra, infeliz. Que el señor te bendiga— sentencia el padrecito.
—¿Cuál señor…? Dejáte de joder. No podés venir a despertarme con tanta violencia.
—Puedo, pendejo, puedo. Recordá que soy el mayor. Se supone que te conseguí el carro aquel para que lo trabajaras como grúa en el taller y ya ni siquiera vas a trabajar.
—He estado deprimido. Vos sabés que no logro superar la muerte de Marta.
—¿Ahora es cíclico? Te levantás, trabajás y en cuanto tenés plata te alzás de tanda. Eso es ser caradura. Además, todavía me debés la parte que yo puse para comprarlo a precio cristiano. Hasta tengo culpa porque don Eladio está muy viejito y ahorita palma. Estoy seguro que su familia jura que lo estafé.
Beto se incorpora, se ajusta las faldas de la camisa y se retira a lavarse la cara. Pedro aprovecha para acercarse a la cocina en busca de café: nada, el termo está vacío y la pila llena de trastes sucios.
—Bañáte, rápido que no pienso retirarme sin ver que te vas al taller de una sola vez.
—Andáte a la mierda, Padre— respuesta vernácula que suele dar el mecánico en cada ocasión que su hermanillo pretende halarle el aire.
Todo esto es un flashback que encuentra al cura Cardenillo dormitando en la cafetería un jueves que ha sido pletórico de carreras y lágrimas pues un par de jovencitos se estrellaron en moto y su curidad ha debido darles los santos óleos apenas a tiempo de verlos palmarse. Asimismo ha tenido que dar la misa y la confesión en la capilla del hospital a eso de las once de la mañana y preparar informes para sus superiores.
Cuando le ponen el croissant y el café blanco sobre la mesita, don Pedro está que ronca del modo más incómodo posible: erguido, sin doblar el cuello, como si posase para un retrato.

viernes, 15 de septiembre de 2023

Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga.
(aún sin nombre)

LA CAÍDA EN DESGRACIA DE UN DULCE PERSONAJE

—Recuerdo, don Rolando, que ese día llegué primero al taller. Eran casi las siete de la mañana y el galerón tenía las luces apagadas, pero el portón ligeramente abierto. Los olores eran los de siempre: aceite, químicos, combustible y nada, absolutamente nada, se escuchaba.
Lo digo porque a esa hora, don Miguelón acostumbraba escuchar los programas deportivos que hacen síntesis del fin de semana. Era lunes y la tarde anterior, un fanático del Yuyo le disparó cuatro tiros al defensa Salinas, pero éste no se murió. Es que todos lo culpan de no haber logrado el ascenso cuando en la final anterior, el tipo se torció el tobillo sobre una piedrilla de la cancha y el delantero quedó solito frente al portero y chau: 0-1.
Y, sin embargo, don Miguelón no aparecía en ninguna parte. Me moví a oscuras entre los carros y cómo pude iba alcanzando los apagadores para ir iluminando el salón. Entonces, decidí probar en los cubículos del fondo, donde está la puerta negra.
Cuando encendí la luz, al primer golpe de vista lo encontré. Amarrado, de espaldas, con un par de balas en la nuca, el rostro vuelto hacia la derecha y los ojos abiertos. Andaba una camiseta del equipo de la comunidad, cuyos colorados nadaban en rojo oscuro. Porque la sangre había secado un poco…
Digamos, por parches.
Pero aquello olía a sangre y no a kétchup. Yo me quedé estático durante unos minutos, no sé cuántos. Puedo decir que el viejo era bueno conmigo y el incidente me había roto de una sola vez.
¿Qué si toqué algo? No, no. Todavía estaba catatónico cuando llegó don Fidel. Venía de dejar su lonchera en la cocina y me tocó el hombro. Yo lo dejé pasar, pero él se limitó a asomar la cabeza, hacer una mueca y salir de la habitación.
Dicen que la policía tardó en llegar ocho minutos, luego de que mi compañero llamase al 911. Eso no importa porque yo no toqué nada.
No toqué nada, abogado. Mis huellas están acá porque hace rato trabajo en estas habitaciones con los repuestos.
¿Quién más tiene llave? Yo no me preocuparía por eso. El finado nunca ponía candado y siempre andaba por acá. Sin embargo, está el tonto ése del vecindario, que antes se cruzaba el taller para ir de la casa de su esposa a la de su amante. No obstante, es historia vieja porque la doña lo mandó a volar y optó por meterse a la casa de repuesto.
No ha vuelto.
Y no van a volver las oportunidades para mí si no me saca de acá, ¿entiende? No es lo mismo la teatralización de la violencia que la violencia misma. Esto no estaba en los planes del novelista.
Yo, como actor, estoy empezando pero mi papel de Luisillo tenía enamorado al público. Los tenía comiendo en mi mano, ¿ve?
Todo esto me lo dijo Rafa Barrantes en un tirón, mientras tomábamos un café en la comisaría donde lo habían llevado. Yo estaba aturdido por tanto dato y no me sentía con capacidad de atar cabos sueltos.
—¿Por qué me dice Rolando? Usted me conoce de hace rato. Fui profesor suyo en la facultad, ¿me recuerda?
—Perdone, don Rodrigo. No termino de digerir todo esto y no entiendo donde se mezclaron los mundos, pero siento que los crímenes de la novela que representamos también son reales. Y usted es tan real como Rolando y yo lo soy como Luis. Hay una escala de significantes que descubrir y además, nunca pensé que a mis diecisiete años me viese enredado en un crimen.
—Barrantes, usted tiene veinticinco.
—Sí, pero Luis 17. El papel me lo dieron porque soy un comeaños.
—Cosa banal. La cosa es que las huellas de Luis y de Rafael Barrantes son las mismas. Son las que están en todas partes en la escena del crimen porque usted hacía su representación de individuo en ese sitio. Eso lo hace el primer sospechoso.
—¿Se da cuenta? Usted no es sólo Rodrigo. Me acaba de hablar como abogado. Uno termina por interiorizar el personaje. Es eso de las posesiones…
—Córtela, mi amigo. Yo no puedo defenderlo. No existo en este metarrelato como abogado; no estoy colegiado. Le voy a socorrer sus necesidades inmediatas: le traeré ropa, galletas, lecturas y pediré a algún picapleitos que lo defienda. Espero que tenga recursos.
—No joda. Usted sabe que nuestro oficio es de milagros. Uno vive cómo puede y al día.
—Todos estamos con usted, paciencia. Menos el novelista: ese desgraciado habla pestes de Rafa Barrantes.
¿Usted le hizo algo?
No me contesta, yo me quedo viendo el fondo desolador de este penal adonde traen a los indiciados en espera de dictar la prisión preventiva. Y siento que la atmósfera es húmeda y sofocante y que el clima social ha de ser una absoluta peste.
Y me incorporo y me voy sin decir nada y mientras camino sobrepongo a la imagen de Rafa Barrantes, la estampa inocente de Luisillo desde niño hasta adolescente (hubo tres intérpretes para el papel) y siento que el destino es traicionero y que es cierto lo que dice este maldito novelista que la historia se escribe sobre la marcha sin que cuente en nada quiénes son las víctimas y quiénes los abusones porque sencillamente los acontecimientos carecen de toda subjetividad.
Son, crudamente, hechos. Luego vienen las percepciones a juzgar y a castigar desde el costal de los imaginarios que arrastramos como experiencia, mejor conocidos como prejuicios.
Y podemos no saber nada de lo acontecido, pero sabemos condenar.

miércoles, 13 de septiembre de 2023



Ahí voy de majadero para recordarles que he puesto los libros en algunas plataformas para que los pueden acceder en PDF.
Hay tres.
Entre ésta y la próxima semana, sumamos dos más.
Y dos más, en enero.

viernes, 1 de septiembre de 2023

SERES PREDECIBLES

Nosotros los urbanos
Amamos el cemento las vidrieras
Las luces chillonas de la noche
El minimalismo en los espacios íntimos
La fría ausencia de maderas
La tristeza del toro cuando sangra
Los semáforos inteligentes y precisos
El agua que se empoza cuando llueve
Los letreros de cuidado con el perro
El control del portón de la cochera
El código lisérgico de la matrix
La langosta muerta sobre el plato
El cadáver que flota sobre el río

lunes, 21 de agosto de 2023

Capítulo de tercera novela del ciclo Malanga.
(Su nombre es Ficciones Quebradizas y ha de ver la luz hasta el año próximo).

GREGORIO HA DEBIDO PENSARLO ANTES

—Sr. Vivas, necesito hablarle.
Es el colmo. La visitadera de personajes no para.
—¿Usted es…?— pregunto, pero su nariz de marañón lo identifica bien.
—Ya lo sabe. Soy Gregorio— el hombre viste una tshirt azul con un logo de cerveza Gallinero. Me conoce bastante bien.
—¿Quién les dijo que estoy aquí?
—Pues un fantasma al que usted llama Zárate. Él mismo no está seguro de su nombre: parece que su autor nunca le puso. Además, vimos el techo de doña Sara levantado y por aquí no ha pasado tornado alguno. ¡Qué vergüenza! El famosito Vivas es un vulgar precarista.
—¿Nunca tuvo un sueño, Gregorio? Yo quería escribir. Y bien— creo que aplico un tonito de soberbia—para eso necesito marcar distancia.
—¿Le parece poco todo el dinero que hice? El problema es que todo tiene causa y consecuencia. Como diría más o menos el gordo: “uno no escapa de su pasado”. No lo dijo, pero está muy claro en su narrativa.
—¿Usted también lo lee? — le digo con cierto desprecio.
—No sea idiota. Yo leo lo que usted lea y si a usted le da la gana. Soy un personaje, un títere, un esclavo. De hecho, vengo a pedirle que me redima.
—No puedo. Si lo salvo a usted, se cae la novela. Sabe que es un hombre malvado, ¿no?
—Puedo hacerlo muy rico. Yo lo soy.
—No entiende. Es una puta ficción.
—Igual lo es el dinero y lo es el mercado. El precio que se le asigna a las cosas suele partir de la subjetividad, de los prestigios que el mercado fabrica. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, ¿Ha oído la frase?
—Es de Marx: la busqué en Wikipedia.
—Pues eso, todas las ficciones se derrumban. Ud., sin embargo, está a tiempo de hacer de mi historia, una historia de bien: la de un filántropo. Olvide todo lo escrito y conviértame en un neurocirujano que acaba con el hambre en el mundo.
—Y ¿para qué tiene que ser neurocirujano? ¿No podría ser bombero, cruz rojista?
—Las novelas bestseller, las que interesan a todo escritor para hacer plata, retratan el mundillo de los poderosos, no lo olvide. La gente no compra la trama nada más. Compra la aspiración de ser como los poderosos. Si su ordenador, de repente, me convierte en un limpio, tirarán el libro en la basura, antes de llegar a la página quince.
—¿Por qué precisamente esa página?
—Porque es icónica. Recuerde el periodicucho de la oligarquía que tenía en esa página toda la batería ideológica de los opinadores reaccionarios. Esos hombres, que usted detesta, han adoctrinado a casi toda Malanga.
—Es decir, que tengo la batalla perdida. Ellos son intocables.
—Pues sí. ¿Para qué se mete donde no cabe?
—¿Usted recuerda a Galván, el cantor de tangos de Soriano?
—Y a Rocha, cómo no—Pasta está tan cómodo, sentado sobre un nido de gallinas, que enciende un cigarrillo.
—Son idealistas. Por eso es que se los lleva puta y lo arriesgan todo. Son proscritos en medio del terror al que quieren vencer. Los adalides de causas perdidas me caen bien.
—Entiendo. A usted nada lo hará cambiar.
—Se equivoca. Me traiciono continuamente. Escribo una novela y me pongo como un trapo. Lo que uno no traiciona son los ideales. Ninguna otra cosa es sagrada.
—No le quito más tiempo. Esperaba alguien inteligente y me topo con un ladrillo. Recuerde que, a mi manera, tengo la ventaja de estar dentro de la novela y puedo joderlo todo.
—Déjeme ver, señor Pasta, si tiene salida. Según sé, usted desde carajillo ha sido un bravucón, un tipo sin miramientos. No veo qué le preocupa ahora. Ha debido pensar sus pasos antes de darlos. ¿No tendrá sentido de culpa?
—¿Culpa, yo? Váyase al diablo, Vivas. Yo no tengo nada de qué arrepentirme. Lo que pasa es que quiero conquistar una muchacha un poquito más joven y no quiero asustarla con mi expediente de trampas.
Creo saber de lo que habla. Me resisto a decirle que ella anda con un hombre casado, bastante bien posicionado económicamente. Sólo se me ocurre sentenciarlo:
—Saliste pendejo, Gregorio. Estás enamorado.
Enseguida pienso que tengo que decirle a Zárate que detenga la jodedera de delatarme, que yo necesito distancia para que los personajes no intenten chantajearme.
Tendré que mudarme de cielorraso, Me gustaría una casita en un árbol de guácimo, de ésos cuya copa es tan frondosa que uno se pierde como una lagartija en el lejano paisaje.
Lo fregado es hallar el sitio.

jueves, 17 de agosto de 2023

LUISILLO DIALOGA CON EL REY DE LA PEREZA

 

El equipo del barrio perdió ayer 3-0 y va a tener que jugar la liguilla. Lo bueno es que si vuelven a canchas abiertas, tendrán que devolver la cancha que la muni les prestó y volverán las mejengas rapidito.

Tanta emoción con el ascenso a segundas hace un año. La gente compraba la camiseta azul y la pantaloneta roja porque estaban relindas, pero lo hacían a pagos…¿Treinta mil pesos por esos trapos?  No jodan, si ni siquiera pagamos al día los recibos. Entonces, luego de una llorada, el administrador daba el visto bueno y apuntaba las deudas en los cuadernillos.

Los primeros cuatro partidos se ganaron al hilo. Lo que no esperábamos fue que el Caballo Sequeira se lesionase. Y menos fuera de la cancha.  Se torció un tobillo y cayó de las escaleras del bus.  Se rompió el codo y estuvo ocho semanas fuera. A partir de esa fecha, el Yuyo ganaba un partido y perdía dos y así. Y sin embargo, después del juego diez no la vieron más,.

Es que el Caballo no quiso regresar cuando vio que no estaban al día con el pago del seguro. La lesión le sanó mal; tiene el brazo hinchado como un jamón de cerdo y no puede moverlo casi. Anda con permanente cara de dolor y preocupado, porque los dueños del equipo le amarraron el perro.

Dice que tiene que operarse de nuevo para colocarse un pin y enderezar la fractura que sanó desplazada. Y que, sin el seguro social, eso es un facturón. Aparte a la persona que acude al hospital sin estar al día le suelen dar un trato impertinente, de mendigo.

Yo sé que, si le hablamos a Clemente o al director de Sicarios le consiguen, por lo menos, trabajo de conserje, pero eso nada soluciona en el corto plazo. Para que lo atiendan bien, para que le den una incapacidad y un trato medianamente humanitario tiene que haber cotizado tres meses consecutivamente. Es que si no, no hay derechos e igual le cobrarían todo el tratamiento. De locos es eso de cobrarle millones a un pobre desempleado…

Ahora, con tanto dolor, lo riesgoso es que Sequeira acabe por ser adicto. Probó con los chocolates al principio, pero es claro que para el dolor no sirven. Terminó empachado y, con el brazó así, nadie podía sobarlo. Hasta que tiritaba por la fiebre, sudaba descompuesto y creímos que se iba a morir.

Laxantes, uno tras otro. Cobijas, tres. Tés de manzanilla, gelatinas, etc. Dos días tardó en mejorar y quedó curado… de no volver a tomar un maldito chocolate.

El dolor siguió.  Nos daba pena y no sabíamos cómo apoyarle. Don Miguel sugirió que lo borráramos para que no sufriera. Nos obstante pagar ochocientos mil pesos no reembolsables no estaba a mano para alguno de nosotros. Asfixiarlo entre varios en su cama, luego de sedarlo nos podría traer un conflicto con la ley y no se trataba de ser mal ejemplo ante el mundo. Imagínese lo que nos costó salir en TV (fue cuando el simulacro de terremoto, que vino la señora presidenta y rescató a una gente sepultada por los escombros).  Qué desgracia sería volver a aparecer, pero en la nota roja bajo el titular de “Vecinos se echan al pico a enfermo de la comunidad”.

No. Lo que hicimos aún así fue titánico. En dos semanas nos organizamos para hacer rifas en las comunidades cercanas. Que una olla de cocimiento lento, que unas tenis americana talla grande, cosillas que no se llevaron al bingo escolar porque de por sí ya había muchos premios recogidos.

Estaban allí, bajo la cama de madre en una bolsa y cómo doña Vicky estima mucho al Caballo porque siempre que pasaba por el barrio saludaba muy cortésmente, ni lo pensó.  Talonarios fueron varios, más de seis y todos los números se vendieron.

¿Dé qué sirvió eso? De mucho. Le pudimos costear al Caballo unas vacaciones en Valle Muerto, donde estalló el antivolcán que todo lo cubrió de blanco. Afortunadamente, los psicotrópicos han sido legalizados e ir a darse unos ñatazos de coca no va a lastimar a nadie. Además, la droga al ser tan abundante es gratuita. Lo caro son los servicios turísticos que el auge de extranjeros que quieren inhalar en el paraíso ha disparado.

Es por eso que le dimos un regalazo a Sequeira, ¿sabe?

No es culpa nuestra, no sabíamos que padecía de rinitis, pero no me diga que eso no es un mal menor.

Y lo mejor de todo es que ya termina el campeonato, Otto. Imagínese qué chiva que el equipo pierde todo y la cancha vuelva a la comunidad.

Por cierto, Yami te está buscando porque no atendés al carajillo. Si querés le digo a Miguelón que te dé brete. El don es pura vida y sobra quehacer.

Jueputa, fue cómo si le hubiese mentado la mama…

domingo, 6 de agosto de 2023

Vileta de cuarta novela del ciclo Malanga

ENTRETELONES, CHORIZOS

 

—Tenemos que hablar— le digo a Ana cuando contesta.

—Ya sé que andás con otra, no jodás— responde.

—No es eso. Zonas grises se está organizando para meternos una demanda por la estafa de las viviendas. Vas incluida allí.

—Yo abandoné hace tiempo. Antes de los problemas.

—Igual te va a salpicar. Necesitamos parar esto.

—La verdad es que vos me ayudaste a llegar acá. Dame chance de buscar apoyo.

—Escucháme, tengo la respuesta. Es muy simple.

—No jodás. Ahora sos genio.

—Genio, no. Astuto. Lo que tenemos que hacer es acabar con esas barriadas donde empezaste tu carrera. También con Cuesta de los Monos porque son testigos muy cercanos.

—Pues no tengo tanta plata para sicarios.

—No, eso no. Basta con demoler la comunidad. La excusa es la urgencia de un nuevo relleno sanitario, un botadero. Si los disgregamos, triunfamos.

—Necesitaremos apoyo del alcalde. De por sí, el chavalo es de los nuestros.

—No te olvidés de los estudios técnicos. Hay que elaborarlos; necesitaré plata para eso.

—Ni que fuese tu mama, vividor. Te consigo un presupuesto mínimo porque el alcalde cobra caro. Decíle al jefe tuyo que aporte algo.

—Ese chavalo sólo deudas. Mejor aún, dános la concesión del relleno sanitario y una torta paga la otra.

—Entonces, yo voy a querer mi parte también, Román.

—¿Y…? Decí cuánto y lo metemos de sobreprecio— le hago ver con sencillez.

Escucho un ajá gutural y Ana cuelga suave el auricular. En ese instante voy masticando ya la uña del cuarto dedo; he devorado las anteriores.

Escupo las esquirlas.

Toda esta mierda pasa sin testigos, pero tenía la urgencia de contarlo. No entiendo cómo los chorizos generan tanto nerviosismo.


 


Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga

GLOSAS DE PERSONAJES INCONFORMES
 

Un frío de puta madre en la calle. Repentinas ventiscas nos obligan a entrar en La Chichera, el bar que une a la clase baja con la clase media, a seiscientos metros de la Cuesta de los Monos.

Estaba Otto solo sentado en la mesa del fondo. Ésa tiene ventanal y me gusta. Le dije a Jaime que nos juntáramos con el chavalo. Asintió a la primera y era lo conveniente:  no había mesas vacías y era noche de fútbol.

—Dice Clemente que se encontró una novela sobre el barrio y que está llena de mentiras— introduce conversa el Loco.

—Es cierto. Yo salgo allí como un militar de fuerzas especiales y un sicario y pillo— respondo en el acto.

El salonero nos interrumpe ansioso:

—¿Qué toman? Hay ceviche.

—Gallinero.

—Gallinero.

—Yo quiero otra—tercia Otto.

—Unas papas con chorizo— Jaime, rascándome el ceviche.

—Traéme ceviche solamente si está fresco—advierto yo.

—Pedí otra cosa—aclara el muchacho.

—Un plato grande variado para picar. De allí, comemos todos— ordena Otto.

—No me cancelés las papas—. El muerto de hambre es Jaime y ya se ha ido el tipo de la comida.

—Pues bien, muchachos. Me les voy del barrio pronto, creo. Ya saben que tengo orden de borrado y por eso me voy…—el melodrama de Otto.

—Ah, un fan de Julieta Venegas.  Es una rola muy vieja y cursi— Jaime, que sabe lo mosca muerta que es el chocolatero.

—Vos sí que inventás. Lo que no querés contar es que Yami te dejó por sus aspiraciones políticas y por acomplejado. Yo trabajé en Sicarios y vos no estás en la lista de borrables.

—Te juro que me amenazaron. Hasta recibí un whatsapp que me conminaba a presentarme. Lo tuve que borrar para no asustar a Yami y al carajillo.

—¿Es la causa por la que te fuiste a meter donde doña Tina? Ve vos; ¡qué negocios retorcidos hacés!— espeta Jaime.

—Bueno, no iba a quedarme en la calle. Rosaura es un caramelo y la ocasión la pinta calva— Otto, sincerándose de una.

—Ya déjense de pendejadas. Iba a contarles que en la novela soy milico de los bravos. Imagínense: fuerzas especiales…Un boina verde o algo así— yo, aburrido ya de pendejadas de faldas.

—Nadie lo cree. No te da la estatura— me dice Jaime—. Sólo que te meten en un potro de tortura y te hagás de hule.

—Ya lo sé. Sin embargo, los enanos tenemos otras habilidades. Miren a Messi— me defiendo.

—Ése no es enano— acierta el ex de Yami—. Mide lo mismo que el malangueño promedio.

—Mejor aún. Mientras más bajos, menos caídas. El centro de gravedad, perfecto. Votá a un gigantón y verás que dura todo un capítulo poniéndose de pie. De hecho, estoy en conversaciones con el Deportivo Yuyo. Soy un ocho—, fanfarroneo.

—Mentís más que Otto. A vos te agarra el Caballo y te hospitalizan todo el semestre. En la UCI, te iremos a ver—Jaime condescendiente, cagado de risa.

—Si te confunden con el balón y te patean, salís volando como un cometa— dice Otto.

—Cuando vuelva de servicio y tenga mi ametralladora, me los voy a cargar a los dos, cabrones. Lléguense el sábado a las tres a la cancha comunal, que allí entrenamos y así aprenden un poquito.

Otra ronda, tres gallineros y otra bandeja de tapas.

—Estás pasado de kilos, huevón— comentario malicioso del yerno de Tina.

—Energía en reposo. Oigan, estamos desperdiciando el capítulo. Nos hemos metido a este bar para comentar que la realidad es una gran mentira. Eso dice el guión— yo, tratando de salvar la jornada.

—Me las pela— palabras textuales de Otto.

—Uno no le hace caso a voces maliciosas. Yo también salgo en la novela…Hasta Otto. El autor no sabe de nuestras vidas y habla mierda. Ya lo viéramos para que nos pague derechos, por lo menos— el Loco, aburrido de ver que esto se encauza por donde el autor quiere.

Lo menos que debemos hacer es reivindicarnos cuando tenemos voz. Yo, por ejemplo, niego ser violento y borracho y eso de pegarle a la doña y de que ella me reciba a sartenazos cuando ando jumo.

La mesa está llena de charquitos de cerveza y servilletas arrugadas. Al fondo se escucha el rumor creciente de las conversaciones, pero ningún vocablo se escucha claro.

—Ya se dieron cuenta que en este barrio no hay banda sonora.  ¿Desde cuándo los bares carecen de música?— digo (y es que me molesta eso de las legislaciones gremiales que no parecen beneficiar a los asociados de a pie).

—Una lástima, pero si este mundillo tuviese una canción de fondo, estaría lleno de litigantes persiguiendo a los comerciantes en procura de sacarles algo de dinero por tener música de fondo. Lo único que podemos hacer es innovarla o limitarnos a tamborilear con los dedos, pero eso se ve muy precario—cierra el repartidor que, dicho sea de paso, casi nunca está libre para andar en bares y trabaja mucho para recibir poco. Un verdadero esclavo del sistema.

Jaime tiene razón.

Y cortamos la escena allí porque lo que viene dura hasta las once y el proceso de embriaguez que llevará a Otto a vomitar antes de las diez en los baños de la Chichera y a que una mujer —más o menos ligera, pero no promiscua— le pegue a Jaime tremendo botellazo en la cabezota que le deja sangrando la oreja.

Todo porque el ex de Yami apuesta a que el Loco es incapaz de tocarle una nalga a la extraña.

El delivery se deja provocar y he aquí la consecuencia.

Seis puntadas, una venda.


viernes, 28 de julio de 2023

ESTO NO ARRANCA NI CON DIÉSEL
 

Lluvia de mediana intensidad

Ni siquiera los abejones salen de la tierra

Tengo una gotera en la sala que no funciona

Y no puedo llamar al plomero si no hay charco

Uno no puede acusar sin evidencia

Mi carro se derrite poco a poco

Mejor dicho adecúa su tamaño

Pasa de ser todoterreno a patineta

El higo que estaba triste se levanta

De eso toman apunte los insectos

La próxima semana lo sirven en la cena

Las ardillas de brazos caídos y escondidas

Los rayos invisibles y matones

Solamente sabemos del relámpago

Yo pensaba subir la montaña por la noche

Pero tengo una roca gigantesca de pereza

La Bodeguita Cultural, nuevo espacio para libros y más en la Calle de la Amargura, a cien metros de la UCR es de amigos nuestros y ya está en funciones.

miércoles, 26 de julio de 2023

Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga


POR QUÉ NO HEMOS VUELTO A HABLAR DEL MAESTRO PELAPAPAS

 

Fue dos años antes a la escritura de esta novela cuando el gurú de las letras malangueñas, el doctor Isidro Pelapapas fue escogido para viajar a la luna en la primera misión espacial de Malanga.

Entrenamientos, disciplina, dietas. En menos de seis meses, el maestro ya era otro:  había crecido en estatura —ocho centímetros— y había ganado masa muscular, a pesar de perder dieciocho kilos. Además, su cabellera era ahora frondosa, lacia y azabache. Casi podía confundirse con un jefe apache.

Le vimos poco durante todo ese proceso. Dejo de visitar las oficinas de Comas Negras, no rondaba el café cultural de costumbre para rozarse con sus pares que, a pesar de detestarlo, le guardaban la silla por si optaba por aparecer.

No en vano era el más destacado personaje de la cultura malangueña.

Ocupado en desarrollar destrezar técnicas y científicas, Isidro acababa la tarde molido. No quería más que irse a dormir y desconectar del mundo un período largo. Sin embargo, a las seis horas, los cinetíficos del Ministerio de Tecnologías Espaciales lo llamaban puntualmente:

—Maestro, apúrese. Hoy tenemos mucho que hacer. Usted será el cocinero y me dicen que no sabe freír un puta huevo.

—Insisto en que nos alimenten con pastillitas. En el espacio no conviene que los astronautas anden cagando— respondió Isidro.

—Déjese de mitos. Si no come, se morirá de hambre o se le retorcerá la tripa. Adenás, llevamos los nuevos inodoros ultragravitados que desarrollaron los rusos. El riesgo no es que eso se esparza en el espacio, sino que usted se quede pegado al wáter. Por eso es que van unas palancas de titanio, para liberar a cualquiera que no logre separarse. No le quito más tiempo, apúrese.

Pelapapas terminó la llamada y estiró los brazos para despertarse.  Se calzó las sandalias y cruzó hacia el lavatorio para refrescarse el rostro. No hizo por dónde bañarse; el día estaba fresco y él, desde niño, era tan ecologista como cualquier mechudo.

Se encajó la misma ropa de astronauta del día anterior. En todo caso, nadie le daba viáticos o presupuestos para pagar la dry cleaning.  E Isidro sabía que eso de andar con un traje estrambótico y cruzar el parque era poco más que una puesta en escena: todo el país hablaba de él. Y los camarógrafos y paparazis le daban mucha bola.

Otra propuesta de Isidro ante los científicos fue el de cocinar los huevos en agua. Aquello provocó descalificaciones y risas por doquier, pues cualquiera sabe que en ausencia de gravedad, el agua no puede mantenerse en un recipiente. El gurú se sintió humillado, estúpido y prometió que nunca más iría al espacio.

Cosa que finalmente fue cierta. Apenas el catorce de noviembre del año pasado, salió le cohete con los tres hombres a bordo. Ante la carencia de plataformas espaciales, el gobierno designó a un viejo hotel de cinco estrellas, como base de lanzamiento. Dicho lugar estaba abandonado y entre las paredes del cuarto y quinto piso, grandes panales de abejas africanizadas emitían su zumbido constante.

No importa, antes de medianoche ya todo era agitación. Gente va, gente viene, pruebas y revisiones de las estructuras, conseguir el cd del himno de Malanga para hacerlo sonar protocolariamente, qué números dejarían apuntados en la lotería clandestina mientras regresaban (pues el viaje duraría diez días).

A las cuatro con diez subieron solemnes a la nave. El presidente les habló por radio y se dejó ir con una retahíla sobre el valor humano y la soledad del hombre en el espacio sideral.

Isidro tuvo entonces síntomas de devolver los alimentos, pero prefirió optar por la rezadera. Y, para hacerlo, cerró los ojos tan decididamente que no los abrió más.

Al menos, eso fue lo que vimos en la tele. Posiblemente, los de la sala de mando viesen más, pero la transmisión con la cabina de la Cajeta Espacial de Leche fue cortada adrede para ir a comerciales.ç

Qué hijos de puta, ¿verdad? Hay que ser malsanos para dejar solos a estos héroes en semejante encrucijada. La verdad es que yo me estaba meando y no iba a seguir escribiendo sólo por complacer a nadie. Luego se me hacen cálculos renales y nadie va a pagar mi médico; por más que jueguen de amables, sabemos que no.

Lo que estoy olvidando decir es que, en esa conversa entre el presidente y los tripulantes de nuestra primera misión lunar, hubo instantes tensos, pero que se disimularon un tanto debido a la mala señal que cortaba las palabras. Yo logré —porque llevaba el grabador encendido— capturar varias frases, de las cuales entendí claramente dos:

—Usted es un hijo de puta, presidente. Ya tuviese valor para venir.aquí—. Imagino que la dijo mientras fingía rezar porque todos los que conocimos a Isidro,  sabemos que era ateo.

Más adelante, casi cuando el señor mandatario se despedía, lo interrumpió y dijo casi a gritos:

—Me voy de este mierdero. Malanga es un oxímoron permanente— y justo allí fue cuando se cortó la transmisión y el diálogo. Supongo que un yerro técnico explicaría todo.

¿Qué quiso decir con eso el maestro? Me ha quedado la duda. Los intelectuales son así:  les cuadra no ser comprendidos, sino por los exégetas, sus pares. Yo, acostumbrado como soy, a hacer la sopa de letras de la prensa dominical y otros entrenamientos menores, voy a sugerir la siguiente frase por sencilla:  Toda Malanga es una contradicción.  Y lo digo a riesgo que sea ya una idea tan manida que me acusen de acudir al refranero popular sin vergüenza alguna.

Y tienen razón, lo que no me importa. Porque este pequeño texto intercalado, ahora que la novela va terminando, es un homenaje a nuestra estrella literaria, Isidro Pelapapas, que creyó huir para siempre de Malanga en el cohete donde se reclutó por propia voluntad.

Pasa que la Cajeta Espacial de Leche tuvo pequeños contratiempos que fueron resueltos con audacia. Por ejemplo, ante la imposibilidad de comprar tecnología de punta, el volante y los motores fueron comprados a un chatarrero que les hizo precio y firmó una garantía por tres meses. Yo ya sé de ésas cosas porque una vez compré un coche usado y en cuatro meses fundió el motor. Compré en un deshuesadero un motor similar al que hubo que cambiarle empaque, bielas, todo. Cuando el vehículo encendió las bielas salieron disparadas y quebraron el cárter.  Son riesgos económicos del desarrollo, entendamos eso.

Sencillamente, la CEL (abreviatura de la nave) empezó a derretirse a los treinta mil pies. Al llegar a sesenta mil, todas las estructuras le temblaban, pero siguió disparada en diagonal hacia el infinito.

Pero no lo alcanzó, porque se cree que en algún punto no muy lejos de las nubes, las mangueras del combustible se rompieron y los contactos eléctricos hicieron lo suyo.

Primero un incendio, luego la explosión. Era el fin:  nosotros podemos decir que vimos al gran gurú ascender al cielo, pero cuando a tierra nunca logramos divisarlo.

Bajó en forma de confeti orgánico y en el Caribe, mar adentro.

TEMEROSAS AVES DE CORRAL TODOS LOS DIAS

La vegetación marchita en invierno
Las bolsas de basura retienen lixiviados
Los pobladores tienen llagas y tristeza
Las galletas sin gluten tienen preservantes
Algunas aguas son cancerígenas
También pueden dar cáncer las palabras
Y hay mucha gente muerta que camina
La posmodernidad es vino fallido
Pero te la venden en cajitas de madera
Y la etiqueta cubre el líquido podrido
Hay gallinas bostezando en los postes urbanos
Han decidido asumir el rol de zopilote
Pues así garantizan su alimento
Un milico dice ser civil y pacifista
Su mujer amanece con los ojos inflamados por el sueño
A las nueve agradece verle salir de casa
A la una se pregunta si lo habrá matado un coche
A las cinco se deprime cuando lo mira regresar
Dispuesto a darle otra paliza para mantenerse en forma
No vaya a ser que un enemigo lo encuentre por la calle
La vegetación marchita
La gente catatónica o sumisa
Las gallinas taladrando huesos a picotazo limpio
El fascismo percudiendo todas las hendijas
La democracia es una palabra hace tiempo inútil
No mirás gente son fallidos muñecos sin futuro
El ruido de los coches que tapa la violencia
Las tarjetas plásticas carcomen las paredes
Para el diario de hoy vamos a deshacer la casa
Nos toca desmontar la chimenea el juego de sala
Los cuadros la fachada las mascotas
Lo importante es estar vivo
Es un falso hedonismo el del presente
Es peligrosamente contagiosa la miseria
Si querés felicidad véte al cine al 2 x 1
Pedí que las den con mantequilla
Y luego te dormís
Llevá cobija.