Textos., poesía y novela. Ver la web en https://adanadolfovivas.academia.edu/
viernes, 28 de julio de 2023
miércoles, 26 de julio de 2023
Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga
POR QUÉ NO HEMOS VUELTO A HABLAR DEL MAESTRO PELAPAPAS
Fue
dos años antes a la escritura de esta novela cuando el gurú de las letras
malangueñas, el doctor Isidro Pelapapas fue escogido para viajar a la luna en
la primera misión espacial de Malanga.
Entrenamientos,
disciplina, dietas. En menos de seis meses, el maestro ya era otro: había crecido en estatura —ocho centímetros— y
había ganado masa muscular, a pesar de perder dieciocho kilos. Además, su
cabellera era ahora frondosa, lacia y azabache. Casi podía confundirse con un
jefe apache.
Le
vimos poco durante todo ese proceso. Dejo de visitar las oficinas de Comas
Negras, no rondaba el café cultural de costumbre para rozarse con sus pares
que, a pesar de detestarlo, le guardaban la silla por si optaba por aparecer.
No
en vano era el más destacado personaje de la cultura malangueña.
Ocupado
en desarrollar destrezar técnicas y científicas, Isidro acababa la tarde
molido. No quería más que irse a dormir y desconectar del mundo un período
largo. Sin embargo, a las seis horas, los cinetíficos del Ministerio de Tecnologías
Espaciales lo llamaban puntualmente:
—Maestro,
apúrese. Hoy tenemos mucho que hacer. Usted será el cocinero y me dicen que no
sabe freír un puta huevo.
—Insisto
en que nos alimenten con pastillitas. En el espacio no conviene que los astronautas
anden cagando— respondió Isidro.
—Déjese
de mitos. Si no come, se morirá de hambre o se le retorcerá la tripa. Adenás,
llevamos los nuevos inodoros ultragravitados que desarrollaron los rusos. El
riesgo no es que eso se esparza en el espacio, sino que usted se quede pegado al
wáter. Por eso es que van unas palancas de titanio, para liberar a cualquiera que
no logre separarse. No le quito más tiempo, apúrese.
Pelapapas
terminó la llamada y estiró los brazos para despertarse. Se calzó las sandalias y cruzó hacia el lavatorio
para refrescarse el rostro. No hizo por dónde bañarse; el día estaba fresco y
él, desde niño, era tan ecologista como cualquier mechudo.
Se
encajó la misma ropa de astronauta del día anterior. En todo caso, nadie le
daba viáticos o presupuestos para pagar la dry cleaning. E Isidro sabía que eso de andar con un traje
estrambótico y cruzar el parque era poco más que una puesta en escena: todo el
país hablaba de él. Y los camarógrafos y paparazis le daban mucha bola.
Otra
propuesta de Isidro ante los científicos fue el de cocinar los huevos en agua.
Aquello provocó descalificaciones y risas por doquier, pues cualquiera sabe que
en ausencia de gravedad, el agua no puede mantenerse en un recipiente. El gurú
se sintió humillado, estúpido y prometió que nunca más iría al espacio.
Cosa
que finalmente fue cierta. Apenas el catorce de noviembre del año pasado, salió
le cohete con los tres hombres a bordo. Ante la carencia de plataformas espaciales,
el gobierno designó a un viejo hotel de cinco estrellas, como base de
lanzamiento. Dicho lugar estaba abandonado y entre las paredes del cuarto y
quinto piso, grandes panales de abejas africanizadas emitían su zumbido
constante.
No
importa, antes de medianoche ya todo era agitación. Gente va, gente viene,
pruebas y revisiones de las estructuras, conseguir el cd del himno de Malanga
para hacerlo sonar protocolariamente, qué números dejarían apuntados en la lotería clandestina
mientras regresaban (pues el viaje duraría diez días).
A las cuatro con diez subieron solemnes a la nave. El
presidente les habló por radio y se dejó ir con una retahíla sobre el valor humano
y la soledad del hombre en el espacio sideral.
Isidro tuvo entonces síntomas de devolver los alimentos,
pero prefirió optar por la rezadera. Y, para hacerlo, cerró los ojos tan
decididamente que no los abrió más.
Al menos, eso fue lo que vimos en la tele. Posiblemente,
los de la sala de mando viesen más, pero la transmisión con la cabina de la Cajeta
Espacial de Leche fue cortada adrede para ir a comerciales.ç
Qué hijos de puta, ¿verdad? Hay que ser malsanos para dejar solos a estos
héroes en semejante encrucijada. La verdad es que yo me estaba meando y no iba
a seguir escribiendo sólo por complacer a nadie. Luego se me hacen cálculos
renales y nadie va a pagar mi médico; por más que jueguen de amables, sabemos
que no.
Lo que estoy olvidando decir es que, en esa conversa
entre el presidente y los tripulantes de nuestra primera misión lunar, hubo
instantes tensos, pero que se disimularon un tanto debido a la mala señal que
cortaba las palabras. Yo logré —porque llevaba el grabador encendido— capturar
varias frases, de las cuales entendí claramente dos:
—Usted es un hijo de puta, presidente. Ya tuviese valor
para venir.aquí—. Imagino que la dijo mientras fingía rezar porque todos los
que conocimos a Isidro, sabemos que era
ateo.
Más adelante, casi cuando el señor mandatario se
despedía, lo interrumpió y dijo casi a gritos:
—Me voy de este mierdero. Malanga es un oxímoron
permanente— y justo allí fue cuando se cortó la transmisión y el diálogo. Supongo
que un yerro técnico explicaría todo.
¿Qué quiso decir con eso el maestro? Me ha quedado la
duda. Los intelectuales son así: les
cuadra no ser comprendidos, sino por los exégetas, sus pares. Yo, acostumbrado
como soy, a hacer la sopa de letras de la prensa dominical y otros entrenamientos
menores, voy a sugerir la siguiente frase por sencilla: Toda Malanga es una contradicción. Y lo digo a riesgo que sea ya una idea tan
manida que me acusen de acudir al refranero popular sin vergüenza alguna.
Y tienen razón, lo que no me importa. Porque este pequeño
texto intercalado, ahora que la novela va terminando, es un homenaje a nuestra
estrella literaria, Isidro Pelapapas, que creyó huir para siempre de Malanga en
el cohete donde se reclutó por propia voluntad.
Pasa que la Cajeta Espacial de Leche tuvo pequeños
contratiempos que fueron resueltos con audacia. Por ejemplo, ante la imposibilidad
de comprar tecnología de punta, el volante y los motores fueron comprados a un
chatarrero que les hizo precio y firmó una garantía por tres meses. Yo ya sé de
ésas cosas porque una vez compré un coche usado y en cuatro meses fundió el
motor. Compré en un deshuesadero un motor similar al que hubo que cambiarle
empaque, bielas, todo. Cuando el vehículo encendió las bielas salieron
disparadas y quebraron el cárter. Son riesgos
económicos del desarrollo, entendamos eso.
Sencillamente, la CEL (abreviatura de la nave) empezó a
derretirse a los treinta mil pies. Al llegar a sesenta mil, todas las
estructuras le temblaban, pero siguió disparada en diagonal hacia el infinito.
Pero no lo alcanzó, porque se cree que en algún punto no
muy lejos de las nubes, las mangueras del combustible se rompieron y los
contactos eléctricos hicieron lo suyo.
Primero un incendio, luego la explosión. Era el fin: nosotros podemos decir que vimos al gran gurú
ascender al cielo, pero cuando a tierra nunca logramos divisarlo.
Bajó en forma de confeti orgánico y en el Caribe, mar
adentro.
TEMEROSAS AVES DE CORRAL TODOS LOS DIAS
viernes, 21 de julio de 2023
Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga
DIÁLOGOS QUE CHAPOTEAN EN LO ABSURDO
jueves, 20 de julio de 2023
Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga.
UNA VOCACIÓN QUE NO ACABA DE CUAJAR
miércoles, 19 de julio de 2023
Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga
EL ESPÍRITU PRAGMÁTICO DEL SICARIATO LEGALIZADO
sábado, 15 de julio de 2023
UNA RUPTURA POR RAZONES DE IMAGEN
—Fabio, voy a dejarte— me dice mientras yo lavo los
platos.
—¿Estás loca? ¿Qué diablos te pasa?— respondo con casi
al grito, para que se oiga bien, porque la canilla de agua rebota escandalosa
sobre las cucharas.
—Tengo otras metas. Vos, sin embargo, sos un lastre.
Te dedicás a vegetar y no me ayudás con el diario. Ni siquiera cuidas al
carajillo— alega ella con las manos apoyadas en el marco de la puerta.
Cierro el grifo y me cierro las manos. Procuro no
manifestar incomodidad, pero le suelto:
—Pues no vas a llegar muy lejos con el Partido
Pandereta. Ellos no sacan ni una diputación.
—Pues, gracias a ellos, comemos. Y de lo que tomo de
los diezmos, nos vestimos y nos damos algunas salidillas finas.
—Me parece que hacés rabietas desmesuradas. Que la
señora Gallinés te ganase la primera vicepresidencia no tiene importancia si
nunca saldrá electa; ni ella, ni vos.
—No es eso, Fabio. Yo sé que vos traficás chocolates
con dulce de leche. Eso es muy grave y puede joder mis aspiraciones políticas.
—No jodás. ¿Tomás en serio esa patraña? Heriberto usa el partido para lavar dinero.
Nada más.
—Pues yo quiero reconocimiento. ¿Viste que el fin de
semana anterior, el terremoto le dio a Annette una visibilidad no esperada?
Quiero estar lista para eso.
La cosa es que no quiero que tus negocios dulces me
pringuen a mí. Es temporal, mantendremos
la distancia por conveniencia y ya luego nos arrejuntamos. Es que, si sale el
chance de hacer plata, no puedo tener rabo que me majen.
—Vos creés que con fichas como Heriberto no te
manchás? ¿Acaso la Gallinés no era una maldita zopilota de la vivienda? Quién
putas te entiende.
—Es que quiero pedirle al pastor que me dé salario y
alguna participación en las ganancias. Eso de ser parte del partido y ver pasar
el dinero como si fuese una cascada no tiene gracia, si conservás las manos
secas.
—Está bueno. Lo entiendo. Voy a necesitar que me pasés
plata para un hotel y alimentos. Sacá un par de cervezas para celebrar.
—Al güila te lo dejás vos. Cosa que, si tengo que salir de gira, no me
estorbe—. Asiento con total pereza, pues ella nunca se ha ocupado del niño.
Mientras tira la puerta de la nevera, me enfrenta:
—¿Te tragaste todo el queso, cabrón…? Vas a decir que
otra vez hay ratones. Sos una plaga para tragar.
En ese momento, pienso que Rosaura me trata mucho
mejor y que es el chance perfecto para irme con ella.
Para no seguir discutiendo, le pelo el diente y le
planto un beso.
(Dios, ha de tener una caries tremenda…)
Claro, no diré a esta vieja adónde voy a meterme. Al
carajillo lo dejaré advertido.
A la plata del hotel le daré mejor uso.
jueves, 13 de julio de 2023
LAS MALEDICENCIAS DE ANA
miércoles, 12 de julio de 2023
LA MALA FE DE UNA ACTRIZ SIN CAMERINO
martes, 11 de julio de 2023
ISABEL EN EL CONFESIONARIO
Padre, estoy furiosa
con Jaime. No me ha vuelto a pegar, no. Lo que ocurre es que le coquetea a
todas las que pasan frente al zaguán de casa, aunque yo esté presente. Y tiene
una suerte cabrona con las viejas: todas
le meten conversa y quién sabe qué más.
Pensar
que yo lo escogí por feo y por buena gente para no estar pasando por
éstas. Pero ya vio, se jodió una pierna jugando fútbol y llegan las del
vecindario a dejarle una sopita, un pan casero o a, simplemente, saludarlo.
No, Padre, no puedo dejarlo porque carezco de estudios y
no recibo salario. He querido aprender a bordar para vender cojines y blusas,
pero con él en la casa, el tiempo no me da. Y no me diga que no quiero dejarlo,
si la última vez me aflojó un diente.
Yo también le he golpeado, a veces, lo confieso.
Aprovecho cuando viene borracho y que no se sostiene, para partirle la madre
con la olla de hierro colado. No necesito motivo previo: verlo indefenso me motiva
a tomar venganza de inmediato.
La vez pasada le quebré el brazo y, al día siguiente,
nada recordaba de lo sucedido.
Tenía un arma que heredó del tata, pero la vendí a un
ladronzuelo del barrio. Supe que luego andaba asaltando con ella en la
comunidad, pero a nosotros, nunca. Yo no necesito permiso para protegerme, ni
del consentimiento suyo. Me importa lo inmediato: mi vida.
Ahora, fíjese que me gusta mucho el pulpero y corre el rumor
que maneja buena pasta. Esa tienda no vende mucho porque el barrio se está
quedando solo: yo sé que usted lo nota
también porque menos gente viene al servicio dominical.
Por cierto, Padre. No sea tacaño; compre unos cojincitos: el reclinatorio destroza las rodillas de los
fieles y usted se ríe. Eso es pecado, es maldad.
Digo, ¿qué pasa si cambio al loco por el pulpero? Es que
está más bonito y misterioso que este cabrón lengualarga que, cuando anda sano
y libre de trabajo, se va a volar lengua a cualquier casa de la comunidad. Es
una vieja de patio, se lo digo yo que lo he soportado doce años.
Mi tesis es que uno tiene derecho a mejorar, a no pasar
hambres o estrecheces. Con ese muchacho podría hacer un buen futuro; con Jaime,
no. La casa nos caer encima en cualquier momento. Después del terremoto, se
limitó a conseguir unas formaletas y unos clavos de tres pulgadas para atilintar
la casa. Uno camina con miedo de que eso sea como un castillo de naipes y de
que un tornado, cualquier día, nos saque del mapa,
Oiga, Padre. Usted
debe saber quién es esa señora de maletín en la espalda que anda haciendo
supuestas encuestas y tomando café en casas sin traer ni una galleta. Me contó
Viqui que la estafó con un asociación pro vivienda y que, ahora, si la
encuentra de frente, la otra vuelve el rostro y hasta cambia de acera. Lo peor es
que anda con dos guardaespaldas que hace pasar por ayudantes.
Guárdese sus opiniones, sobre mi vida. Yo vine a pedirle
consejo y no censura, Tampoco, penitencia. Estoy muy grandecita ya para rezarle
a los yesos, pero me parece terrible que las cosas ocurran frente a los ojos de
uno y no poder entenderlas, cómo si ocurriesen a oscuras. ¿Qué tiene este
barrio, Padre, que se está muriendo como una chayotera y si remedio? Oigo que
las nuevas generaciones ya no juegan en la calle porque los padres tienen miedo
o porque se los traga el celular. A estas alturas, he olvidado la mayoría de
las caras del vecindario y hasta llego a creer que esos chavalillos del búnker
son mis vecinos naturales, mis pares.
No vaya usted a venir de casamentero o soplón a decirle a
Clemente que me interesa. No sea sapo, busque vida. Mejor todavía, hágase de su
propia amiguita y deje envidiar la vida carnal de los otros. Por ahí dicen que
la encuestadora es facilona, aunque a mi casa todavía no llega. Usted le llega
con el cuento de la salvación y se le va arriba…¿Qué le parece?
No me grite.
Puta, así pagan la devoción de una. Uno viene a darle su
vueltita para ver que todo está bien y lo que hace es arrojarme agua bendita y
levantar la cruz. Seguro pienso que tengo el chamuco dentro y no. Solamente le
estoy hablando de mortal a mortal porque usted lo es…
¿Va a decir que no?
Eso es soberbia, Padre.
No hace falta que llame a la policía.
Me estoy yendo.
LA VOZ DE LOS PERSONAJES ES COSA SERIA
—¿Estamos
todos ya? ¿Podemos empezar?
—Mire
que es idiota decir tal cosa. Sólo usted tiene idea de con cuántos personas y
voces trabaja. Es un desorden todo lo que hace…— es la voz de Clemente,
bastante serio.
—Bueno,
mando yo. Silencio, siéntense. ¿Alguien
sabe que estamos haciendo?
—Una
“novela”, así le llama usted, pero es un total despiche—tercia Annette— ¿Cómo
se le ocurre que yo quiero ser candidata si me va bien en lo que hago y, sin
embargo, no aparece en el relato? Aprovecho para decirles compañeros que vendo
jarras para café pintadas a mano bajo la escuela del expresionismo abstracto. El estilo me fue condicionado por este
escribiente, pues dice — o repite como loro— que la CIA inventó a Jackson Polllock.
Y,
sin embargo, no hemos usado para nada mi arte. Ni una puta exposición en una
feria de mercadillo.
Tanto
joder para nada.
Ah,
si alguno quiere una jarra, vale cien dólares. Aclaro que no tienen asa.
—Y,
¿por qué?— pregunta Miguel, el mecánico.
—Para
subrayar lo creativo. Es casi una jarra
inútil, un objeto hedonista— responde la artesana.
—Arte
es otra vara. De verdad, que acá estamos
jodidos todos. Nos falta, como siempre, dirección. Este escritor nos tiró al agua
para hacer una novela donde el sicariato era un oficio legalizado en una
sociedad moderna, pero lo que yo veo es una trama de corazones rotos en un barrio
venido a menos— dice Favio mientras sostiene la mano levantada, como hacen los
niños de primaria.
—Es
que las historias suceden sobre la marcha— explico yo—. Cuando contraté a
Annette me sedujo su natural patetismo, su caos espiritual. Jamás creí que tuviese ese espíritu arribista
a flor de piel y que se dedicara a sacarle plata a la comunidad. ¡Qué hija de puta resultaste!— digo mientras
le miro cara a cara.
—Sabe
qué pasa? Le estoy salvando el
pellejo. No vine a que me vieran la cara de tonta…Tampoco a aburrir al lector
con historias de gente pisoteada por el capitalismo. Eso ha sido invento suyo,
que es un zurdo de mierda, pero se disfraza.
Yo lo que quería de antemano era fama, pero nunca me puso en contacto
con los grandes galeristas de Artificio, aunque me lo ofreció repetidas veces… Recuerde.
—Lo otro que quiero decirles es que
tienen que moderarse. No es posible que el borrador cruce de mano en mano y lo
vayan alterando. Les recuerdo que el escritor soy yo y que, si no he ganado el
premio nacional, es por pura envidia del resto del país. Debiesen golpearse el
pecho con un yunque por el orgullo de estar bajo mi mando.
—¿Mando…? No seas mío—responde Ramón
Cifuentes, el actor que encarna al Alambres—. Te recuerdo que los de la Banda
del Turco abandonaron la novela en los primeros capítulos porque sos un
absoluto imbécil. A gente de la calle,
sobrevivientes que no saben ni escribir, los mandás a hacer trabajo
burocrático. A ellos, también les prometiste un protagónico.
Por eso fue que apareció el
militarote éste, que decís que trabajó en la Agencia. Sos un jetón: ni él, ni el
Fernando Pudín, que hace de Lunes Misericorde tienen pasado militar. Recordá que la misma estatura es un
condicionante y ese mae que dirige Sicarios ni siquiera habla inglés… Del “yes,
yes” no pasa y su condición física es un asco.
Claro, vos si pudieses, inventarías
que estaba en la Loma de Hierba el día que le volaron el cerebro a JFK. Así
como dijiste que Olga es premio nacional de periodismo, pero vos sabés que
nunca se graduó: la echaron de la U por
plagio con el GPT.
Ese narrador que altera a otro
narrador que cuenta a otro es muy trillado.
Es un juego de espejos, donde al final está tu sombra y todos los saben.
Debieses pensar en escribir política porque te quedás en las formas a
propósito.
Mirá, sólo quiero decirte que son
otros trucos los que te salvan la novela.
Porque es una crueldad tuya decir que doña Cayetana falleció en el terremoto
por un infarto al miocardio cuando, en realidad, cancelaste al personaje porque
no te gustó para nada su dicción. Ah, y dejáte de mierdas y acosos: dice Jenny que le echaste los perros. Hoy no
vino porque está de guardia en el hospital pero ahorita te pone demanda.
—Ah, falta gente acá…— aclaro—. Es
hasta ese momento que veo que no está Mendiola, ni Luisillo, ni Marina, ni
Yamileth, ni Rosaura, ni los burócratas del partido, ni el pastor,etc.
—Puta, los ponés a ganarse la vida y
luego reclamás porque no vienen. Sos un doble cara, ¡qué vergüenza!— Annette
que, viendo que estoy perdiendo el dominio de la reunión, se empodera para
acorralarme.
—Reconozco que lo de Mendiola es
culpa mía. Lo dejé trabado en un tragaluz del viejo banco quebrado. Nada estaba
haciendo allí, pero tampoco vi para qué sacarlo del lugar. Sospecho que habrá
muerto de hambre. Es un tópico que no quiero seguir.
—Demasiado moralismo, compañero—
interviene Ronald. No es su papel proteger a nadie. Allá usted lo que haga,
pero si a un sujeto le toca mal destino, ¿a usted que le importa? Lo suyo es
escribir y no meter mano.
—Meter mano es lo que hacés vos con
la enfermera, cabrón. Te suprimí de unas escenas porque la novela se me iba al
porno ya mismo.
—¿Ven, compañeros? Estamos en manos
de un censor, no de un escritor. Este
chavalo tiene la mollera vacía y bajo un esquema amoral nos engaveta a todos en
sus proyecciones. Tenemos que unirnos y resistir su dictadura.
Sólo falta que diga que los muertos
no son muertos, sino representaciones de muertos porque acá todo es simulacro.
—Lo es— grito yo, que no despierto
del asombro. ¿Acaso ustedes creen que
uno va y hace un libro matando a medio mundo y la cárcel no lo espera a la
vuelta de la vida? ¿Por qué creen que las balas son reutilizables?
Repito: reutilizables. Simple, porque
son de goma. A veces, usamos kétchup y soluciones de goma arábiga con tinta
para representar la sangre y eso.
—Ah, otra cosa, míster. Usted nos
hace mala sangre. Me ha puesto a decir que no me gusta Isa, que es bien fea. No
es cierto y, además, yo no emito juicios ofensivos contra nadie. Aparte, sus
cuentos de que tengo dineros ilegales y que trato con gente sombría, me hace
daño. A mi casa, llegaron judiciales el mes pasado y me detuvieron cuarenta y
ocho horas a ver qué sabía yo de los papeles de Panamá. Y no, yo no sé ni
mierda— habla el chino, tan calladito que estaba.
—Yo creo que hay que partirle la
madre— afirma el Retepiso, que estaba sentado cerca de mí con tremendo bate de
aluminio en la mano y mientras se incorpora amenazante, hace una seña con los
pulgares en alto para que todos se vengan contra mí.
Veo venir el batazo y trato de
esquivarlo. Siento el impacto justo cuando caigo al piso en el borde del ojo,
como si una bola de hierro quebrase mi mejilla.
He caído de mi colchón y tengo
ensangrentado el pijama. La cabeza me duele una barbaridad y veo borroso. La
pesa rusa que tengo siempre a la par de mi cama se tambalea aún por el impacto
con mi rostro.
Pero las voces siguen protestando,
creo. Lo digo porque me desmayo y en la cocina donde nos reunimos los
personajes y yo, ahora arde Troya. Todos contra todos porque sí.
Como en el Viejo Oeste. O en cualquier
pogo de los días del punk.