UNA TARDE ENTRE AMIGOS
Washington
ya no tenía dientes, pero no le afectaba. Su alimentación basada en papillas
suaves y algunas vitaminas que se le agregaban al plato, le habían
proporcionado cierta estabilidad en la vejez para que al menos no pasase
postrado.
Así
que cuando llegué al living de Jonás y el perro se me vino encima, me llevé un
susto grande, pero mayor fue la babeada que me empapó la pierna derecha. El ama
de llaves me facilitó presurosa un paño blanco y, más tarde, el perro se vino a
echar en el mismo sofá donde yo esperaba al presidente electo.
Me
extrañó que me llamase, lo reitero. No éramos amigos ni compañeros de clase. Cruzamos algunas
palabras antes, quizá en tres o cuatro ocasiones. Encuentros circunstanciales,
colectivos, brevísimos.
Ni siquiera una taza de café hasta
ese día que me llamó y me citó para las tres del día siguiente.
Mientras aparecía mi anfitrión, yo
miraba a la puerta en busca de otros invitados, pero no ocurrió. La que primero
bajó fue la esposa, Lili, con el paso lento generado por la ciática y el
cuidado que exige caminar con el rostro vendado, merced a una cirugía estética
que no ha concluido su tiempo de reposo.
—Hmmspff— me dice.
—Bien. gracias— respondo poniéndome
de pie y simulando darle un beso en la mejilla a esta señora que parece la
momia de Titanes.
—Hmmspff— repite (pero ahora le
habla al ama de llaves).
Entonces, la mujer me invita al
comedor y yo le sigo. Doña Lili, sin embargo, no se acerca, sino que se va,
como gallina ciega, tocando paredes, tanteando muebles hacia el fondo del
corredor, donde presumo que ha de haber una terraza o un studio donde le place
ejercer la soledad.
La luz entra sin mayor violencia por
los grandes ventanales y la puerta de vidrio corrediza está abierta para que la
casa se mantenga ventilada. Trato, pues, de estimular al perro para que salga
al patio y deje de revolcar contra mis rodillas, pero él no acata ni descansa.
Veo algunas pavas en lo alto de las palmeras y pienso que son pájaros feos y que
solamente la mitificación de la naturaleza puede explicar que la gente guste de
estar rodeada de paisajes exóticos.
En otra habitación, se oye un canal
de noticias que relata la calamidad del incendio de anoche en un precario del
sur. La tragedia se origina en la explosión de una bodega de pólvora
clandestina, pero se acrecienta por la carencia de agua que sufren esos barrios.
Se me cruza en la mente, a modo de flashazo, que Joel fue presidente ejecutivo
de la Compañía Nacional de Cañería Popular, la responsable de llevar el líquido
por todo el país, pero lo único que consiguió fue un aumento tarifario del
cuarenta por ciento y un par de licitaciones deficientes que cuestionó la Contraloría
Nacional por estar diseñadas a dedo para X proveedor.
Hecho que ni me preocupa porque acá
es como ver llover.
El futuro mandamás demora unos
quince minutos en bajar, lo cual no me indica que sea pedante o impuntual ya
que no lo he tratado tanto. Va directamente hacia el bar y trae dos vasos y la
botella de whisky.
—Gracias por venir— frase
protocolaria que tampoco me permite emitir criterio todavía— Vamos por un
traguito ahí, junto a la piscina.
No suelo tomar sino en celebraciones,
pero accedo. Mi ego dice que, si me ha llamado luego de ser elegido, tiene un
lugar para mí en su gabinete.
—Vos no terminaste la carrera— me
dice—. Sé que has trabajado como asesor en la Asamblea, merced a la influencia
de tu tía.
Me parece un golpe bajo, pero
disimulo. Me pregunto a qué viene eso porque no sabía yo que fulanito tuviese
la costumbre de bajarle el piso a cada interlocutor para así sentirse más
seguro.
—No, no— respondo—. Ha sido el
profesor Cárdenas, el de Política Internacional, quien me ha recomendado. Tuve la suerte de llevar un par de cursos con
él e incluso me dejó ser su asistente durante el último año que anduve.
—Y, ¿por qué no terminaste? — su
sonrisa un tanto socarrona me empieza a sacar de sitio.
Pienso que esto es de verdad una
entrevista de reclutamiento, lo cual tiene algo de humillante pues nunca solicité
tal cosa. No obstante, respondo en breve_
—Se murió mi tata. Tocó que me
pusiese a trabajar.
Supongo que la frase me ha
blindado un tanto porque entonces abre un poco el arco temático y entramos, a
los minutos, en aquello que nos convoca:
—Estoy formando gabinete.
Necesito todavía tres o cuatro ministros. Vos serás uno de ellos.
Alego que tengo ese bache curricular,
pero me tranquiliza de inmediato:
—Eso lo arregla mi equipo. No
perdás el tiempo con temas tontos.
Que yo sepa este muchacho no tenía
equipo alguno. Lo que pasa es que al haber triunfado se aproxima toda la rapiña
que quiere un puesto de poder. Eso o que, cómo dicen en los corrillos, el poder
está en otra parte y el presi no es otra cosa que un empleado temporal del
poder, un agente ejecutor como aquel taimado de la CIA que hizo una peli sobre
trata y luego se le vino encima todo el teatrito porque lo acusaron de
violaciones, de estafa, de teatralización.
Es decir, si la escena queda
bien montada, se retira como héroe al fin de su mandato. De lo contrario, sus
mismos jefes pueden montar la operación para llevarlo en cana o
desprestigiarlo.
Eso garantiza obediencia.
—¿Y dónde entro yo? — pregunto
interesado.
Joel coge una piedra que
arroja contra una iguana que toma sol a la orilla de la malla, entre las hierbas.
—Ministro de Ambiente te
quedará bien.
Con lo que detesto el lenguaje
jurídico, me da náuseas pensar en asumir esa cartera. Me chantajeo solo al pensar
que para eso tendré un piñazo de asesores y yo haré lo que casi todos los
ministros saben hacer: poner el tarro
ante las cámaras.
—No sé si quiero. Usualmente
lo público termina en demandas, en colochos enormes. Y se pelea contra organizaciones bien asesoradas.
—No es tan grave. En esto
siempre elegimos al amigo y jodemos al enemigo. Y si transamos en algo
indebido, los mandos medios están allí para ser castigados pues son los
responsables de los informes y de las recomendaciones. Yo mismo tuve denuncias
por una licitación y lo solucioné fácil. Una subordinada acusó a las dos
funcionarias de hurto, de robarle un par de cadenitas y dinero, y les abrieron
un órgano directivo.
La consecuencia fue una patada
en el culo. Las han dejado cesantes y nadie más ha querido abrir la boca sin
pensarlo antes.
Recuerdo eso, pero no
contesto. Miro con cierta severidad el tema y me limitó a mover el rostro afirmativamente
de modo casi imperceptible. Veo que el hombre se ufana de ser mañoso, de llevar
el poder a una ética de la conveniencia.
—El salario no es gran cosa—
comentó—. Debe andar apenas arriba de los dos millones.
—¿A quién le importa el
salario? Lo que tiene el cargo es el poder de decidir, las influencias. ¿Sabés
cuánto paga un empresario por garantizarse una concesión? Imagínate para vos el
5% de varios millones de verdes. Y libres de paja y polvo en la banca de Panela
o en Andorra.
—Suena tentador. ¿Qué hay detrás?
—Bueno, una contribución para
el partido que debe venir en efectivo. Son veinte palos.
—Ah, no. No los tengo. No manejo
deudas, pero tampoco patrimonio.
—Eso tiene arreglo. Tu mujer
tiene propiedades, tus suegros también. Haz que traspasen, la de cinco hectáreas
a una fundación por un precio simbólico. Claro, no vas a recibir vuelto alguno,
pero lo haremos ver como una transacción. Mi nombre no aparecerá en el chorizo,
sino que esa entidad juega para mis intereses lateralmente.
A esas alturas, me siento
tenso. Debo confesar que al venir sabía lo que me esperaba. Que nada de lo
propuesto me es ajeno y que uno oye cómo opera la corrupción todos los días: favores, mañas, amarres. No hay lealtad
posible en un sujeto que no tenga trapos sucios que tema ventilar.
¿Qué sabrá Joel de mí para
hablarme con tanto desparpajo?
Como si yo no supiera que en
la política existe el espionaje, el basureo, la hermandad siniestra de los puñales
y los besos de Judas.
Washington se acercó de nuevo
a nuestra mesa tan sólo `para mearme el pantalón, pretexto que sirvió para cortar
un poco el asunto.
—Pensálo bien. Tenés quince
días para el dinero. Nosotros ya estudiamos tu currículum— subraya con nula
sutileza mientras me estrecha la mano.
Y yo digo que hay hijueputas
en el mundo y que debe ser una ley del magnetismo inversa porque polos corruptos
se atraen entre sí.