Textos., poesía y novela. Ver la web en https://adanadolfovivas.academia.edu/
lunes, 28 de diciembre de 2020
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: CLASIFICADO DEGÓTICA PEREZA Compro muerte de bajo ...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: CLASIFICADO DEGÓTICA PEREZA
Compro muerte de bajo ...: CLASIFICADO DE GÓTICA PEREZA Compro muerte de bajo presupuesto, Discreta, personal, intransferible. Dispuesta sin palabra, ni contrat...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: ESTATUA Maldito pájaro de cera Que carece de destr...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: ESTATUA
Maldito pájaro de cera
Que carece de destr...: ESTATUA Maldito pájaro de cera Que carece de destrezas No busca su alimento peces semillas o gusanos No puede hilvanar un nido ni siqu...
domingo, 27 de diciembre de 2020
viernes, 25 de diciembre de 2020
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: SECULARIZACIONESUNO Un pabellón movido por el vien...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: SECULARIZACIONESUNO
Un pabellón movido por el vien...: SECULARIZACIONES UNO Un pabellón movido por el viento Se enreda con el asta, se percude. Se embolsa intermitente como un cuello; Se re...
lunes, 21 de diciembre de 2020
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: RÈQUIEM POR UN CIUDADANO No comas Te aseguro que ...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas:
RÈQUIEM POR UN CIUDADANO
No comas
Te aseguro que ...: RÈQUIEM POR UN CIUDADANO No comas Te aseguro que hay un muerto en la alacena Y todos los alimentos están malos No respires Pasa l...
domingo, 20 de diciembre de 2020
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: HORAS Si amanece con frío, no se apura. Si ha fall...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: HORAS
Si amanece con frío, no se apura.
Si ha fall...: HORAS Si amanece con frío, no se apura. Si ha fallado la luz, duerme más rato. Cuando tocan el timbre, ni se mueve. Da lo mismo atende...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: SEXTO SENTIDO No tiene mérito Poner el balde dond...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas:
SEXTO SENTIDO
No tiene mérito
Poner el balde dond...: SEXTO SENTIDO No tiene mérito Poner el balde donde caen las gotas Es puro sentido utilitario Lo meritorio es andar el balde sobre ...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: BOCETO DESOLEDAD Si esta calle termina cercana al ...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: BOCETO DESOLEDAD
Si esta calle termina cercana al ...: BOCETO DE SOLEDAD Si esta calle termina cercana al botadero, Si se va respirando partículas de crimen, Si el café sabe a moho, si el t...
sábado, 19 de diciembre de 2020
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: PESADILLA EN ROJA OSCURIDAD El niño le pinchaba ...
Página Edulcorada con Azufre/ Adán Vivas: PESADILLA EN ROJA OSCURIDAD
El niño le pinchaba
...: PESADILLA EN ROJA OSCURIDAD El niño le pinchaba El ojo con el dedo La muñeca estaba rota de antemano Un pequeño silbido cruza por el b...
viernes, 18 de diciembre de 2020
IMPARABLE
Le gustaba el béisbol, bateaba 238, pero no corría.
Los noventa pies en 30 segundos. Cuando llegaba, ya el pitcher apuntaba a la
caja de bateo y su sucesor se acomodaba la gorra, escupía y se frotaba las manos.
Bateaba al outfield y, casi seguro, era out por regla. La pelita no se aleja
mucho de las bases y tenía siempre ese trayecto de hipérbole de punto
alto.
Defensivamente, cumplía. Nada espectacular, pero pocos errores.
Así ocurría todos los veranos.
Entonces, puede entenderse que desapareciera del line-up. Tuvo tan poco chance que, por poco, lo pasan a utilero.
Acabó por alejarse poco a poco. No había salario y nadie a decir mayor cosa: si hay menos jugadores, más se juega. Y había un par de tipos con potente brazo y encendidos que eran el motor que el equipo buscaba para un chance en las finales: Orochena y Sánchez.
Durante la última semana, Pérez había molesto por un sapo enorme que saltaba. entre los jardines y el garaje. Bajaba un limón dulce, le clavaba las uñas y se quedaba viendo la mole de cristales, el condominio que cubría el horizonte en dirección al parque de pelota. Mordía la fruta y luego la lanzaba por allí: donde el sapo saltaba.
El lunes no pudo evitar la evocación del cuero que era la piel del sapo y que si hubiese sido paracortos, atrapar el sapo hubiese sido un buen ejercicio: una rola picada y espontánea. Eso le distrajo rato. Esa tarde llovió en puta y el sapo feliz se oyó entrada la noche. El clima estaba loco.
El garaje amaneció. con el piso gris pringado de lodo. El bate, en un rincón empezaba a adherir polvo.
El martes resultó calcado al día anterior, sólo que pudo ver en acción al sapo que tiraba la lengua y engullía una libélula en un instante. Luego, pocos saltos indiferentes.
El miércoles, el sapo no dio pistas. Ni se veía, ni se escuchaba. Ni siquiera alcanzó el limón dulce y calculó que el edificio de apartamentos -dos torres de ocho pisos- estaba a unos cien metros de distancia. Muros de unos metros, en piedra, le rodeaban. Contiguo. a su casa, en cambio, un cafetal algo tupido. Optó ese día por sacar el bate, cortar limones y lanzarlos al aire. Los impactaba con un swing largo y, casi siempre, paraban donde el vecino.
Esa tarde todo seco. Vio hacia el rincón del jardín y visualizó el punto óptimo para instalar la caja de bateo.
Creyó sentir que venía temporada.
El jueves amaneció de lluvia tupido y, luego, sol. Humeante, el aire. Hostil, casi como el horno. No hubo sapo, no hubo pisos percudidos, ni hubo práctica.
La mañana del viernes mezcló el sol con intermitentes brisas. Algunas veces, generaban medianos remolinos de hojas. Como el receso vacacional continuaba, optó por la rutina de batear limones al predio.
Reunió 87 limones, dos de ellos muy maduros. Si los usaba para jugar, se mancharía. Los dejó aparte.
Bateaba con apuro, pues lanzar la fruta al aire condicionaba para mal su postura. Ya lo había notado, pero no supo corregirlo. Paso el vendedor de lotería. Compró medio entero del 57 y lo guardó en la billetera. Era su número de suerte y quién quita...
Oyó al sapo, lejos, cerca del portón de adentro. Quiso creer que no le molestaba. Siguió al turno. Llevaba 18 flies al lote Y un par de líneas a la calle.
Vio pasar el bus de las once, casi lleno. Había poca gente por la acera. Se dispuso a pegar otra pelota. Bate en la derecha, mal parado. Tiró al aire la pelota verde.
Hizo un swing feroz mientras sonaba el teléfono en la sala. Un golpe seco le supo positivo. Vio un objeto en línea larga, proyectil hacia el norte, un imparable. Se sintió Sammy Sosa, bien dopado. Quería contarle a todo el mundo.
En el suelo, el limón aún rebotaba. El bate, sin embargo, estaba sucio con alguna viscosidad como saliva. Pensó haber golpeado una paloma.
Unos segundos después, en el 28 del Condominio Las. Luces, a la izquierda, una mujer de 28 recibía una visita inesperada. Chocó contra la frente, de tal forma que fue al suelo. Al mirar con detención, se fue a los gritos y, en un par de minutos, había muerto.
Se fue a la pulpería para contar, pero el lugar estaba lleno. Se limitó a pagar lo que llevaba: unos gatos, unas papas y una cola.
A Isabel, la de 28, la encontró la empleada a las nueve del viernes. El ventanal y las cortinas, abiertas plenamente. Un sapo reventado, grande y marrón, muy cerca del espejo. Isabel, con tripas ajenas en la frente.
La policía criminalista llegó como a la hora. Descartaron la opción que fuese crimen. El técnico apuntó asqueado en su reporte “pavorosos rituales de belleza”...
Defensivamente, cumplía. Nada espectacular, pero pocos errores.
Así ocurría todos los veranos.
Entonces, puede entenderse que desapareciera del line-up. Tuvo tan poco chance que, por poco, lo pasan a utilero.
Acabó por alejarse poco a poco. No había salario y nadie a decir mayor cosa: si hay menos jugadores, más se juega. Y había un par de tipos con potente brazo y encendidos que eran el motor que el equipo buscaba para un chance en las finales: Orochena y Sánchez.
Durante la última semana, Pérez había molesto por un sapo enorme que saltaba. entre los jardines y el garaje. Bajaba un limón dulce, le clavaba las uñas y se quedaba viendo la mole de cristales, el condominio que cubría el horizonte en dirección al parque de pelota. Mordía la fruta y luego la lanzaba por allí: donde el sapo saltaba.
El lunes no pudo evitar la evocación del cuero que era la piel del sapo y que si hubiese sido paracortos, atrapar el sapo hubiese sido un buen ejercicio: una rola picada y espontánea. Eso le distrajo rato. Esa tarde llovió en puta y el sapo feliz se oyó entrada la noche. El clima estaba loco.
El garaje amaneció. con el piso gris pringado de lodo. El bate, en un rincón empezaba a adherir polvo.
El martes resultó calcado al día anterior, sólo que pudo ver en acción al sapo que tiraba la lengua y engullía una libélula en un instante. Luego, pocos saltos indiferentes.
El miércoles, el sapo no dio pistas. Ni se veía, ni se escuchaba. Ni siquiera alcanzó el limón dulce y calculó que el edificio de apartamentos -dos torres de ocho pisos- estaba a unos cien metros de distancia. Muros de unos metros, en piedra, le rodeaban. Contiguo. a su casa, en cambio, un cafetal algo tupido. Optó ese día por sacar el bate, cortar limones y lanzarlos al aire. Los impactaba con un swing largo y, casi siempre, paraban donde el vecino.
Esa tarde todo seco. Vio hacia el rincón del jardín y visualizó el punto óptimo para instalar la caja de bateo.
Creyó sentir que venía temporada.
El jueves amaneció de lluvia tupido y, luego, sol. Humeante, el aire. Hostil, casi como el horno. No hubo sapo, no hubo pisos percudidos, ni hubo práctica.
La mañana del viernes mezcló el sol con intermitentes brisas. Algunas veces, generaban medianos remolinos de hojas. Como el receso vacacional continuaba, optó por la rutina de batear limones al predio.
Reunió 87 limones, dos de ellos muy maduros. Si los usaba para jugar, se mancharía. Los dejó aparte.
Bateaba con apuro, pues lanzar la fruta al aire condicionaba para mal su postura. Ya lo había notado, pero no supo corregirlo. Paso el vendedor de lotería. Compró medio entero del 57 y lo guardó en la billetera. Era su número de suerte y quién quita...
Oyó al sapo, lejos, cerca del portón de adentro. Quiso creer que no le molestaba. Siguió al turno. Llevaba 18 flies al lote Y un par de líneas a la calle.
Vio pasar el bus de las once, casi lleno. Había poca gente por la acera. Se dispuso a pegar otra pelota. Bate en la derecha, mal parado. Tiró al aire la pelota verde.
Hizo un swing feroz mientras sonaba el teléfono en la sala. Un golpe seco le supo positivo. Vio un objeto en línea larga, proyectil hacia el norte, un imparable. Se sintió Sammy Sosa, bien dopado. Quería contarle a todo el mundo.
En el suelo, el limón aún rebotaba. El bate, sin embargo, estaba sucio con alguna viscosidad como saliva. Pensó haber golpeado una paloma.
Unos segundos después, en el 28 del Condominio Las. Luces, a la izquierda, una mujer de 28 recibía una visita inesperada. Chocó contra la frente, de tal forma que fue al suelo. Al mirar con detención, se fue a los gritos y, en un par de minutos, había muerto.
Se fue a la pulpería para contar, pero el lugar estaba lleno. Se limitó a pagar lo que llevaba: unos gatos, unas papas y una cola.
A Isabel, la de 28, la encontró la empleada a las nueve del viernes. El ventanal y las cortinas, abiertas plenamente. Un sapo reventado, grande y marrón, muy cerca del espejo. Isabel, con tripas ajenas en la frente.
La policía criminalista llegó como a la hora. Descartaron la opción que fuese crimen. El técnico apuntó asqueado en su reporte “pavorosos rituales de belleza”...
HOMENAJE
La
mujer que más quise era de luna.
Su piel, un resplandor, una bromelia.
Muy llena de silencios, mentirosa:
Escondida en el bosque desconfiada.
La mujer que más quise era cobarde,
Su clave era belleza temblorosa,
Sus raíces venían lastimadas
Y el odio le brotaba intermitente.
La mujer que más quise era dos caras:
Estaba mutilada como un cristo
Y entonces aplicaba maquillaje.
Su sonrisa falaz, lágrima seca.
La soledad, su falta de palabras.
La mujer que más quise estaba muerta.
OUTSIDER
Pensó trazar el árbol por ternura
Grabarle un corazón y algunos versos
Pero le fue sintiendo las texturas
Los diferentes olores resistencias
Y detectó que algo devoraba
Las entrañas del tronco que escamaba.
Lo fue horadando con paciencia
Cambió la cuchilla por un hacha
Le mermó algunas ramas pegó duro
Un corte feroz directo al centro
Encontró las colonias de bichitos
Y supo que el árbol se moría
No tenía manual para las plagas
No sabía ni una poca fitotecnia
Pero las ramas eran mustias y callosas
Ninguna flor duraba al otro día
Y si llegaba un ave era suerte
Una pérdida de su ruta fiebres últimas
El árbol estaba viejo
Torcido modesto lleno de plagas
Pequeñas cuevas desiertas en su cuerpo
El poeta se detuvo en sus raíces
Supo que eran testigos del naufragio
Y les clavó el hacha de forma repetida
Y nunca pudo encontrar el oro del diluvio
Vio caer al poniente a su gigante
Quiso cavar la tierra ya sin fuerzas
Y sólo pudo secarse el antebrazo
Para no sufrir de pena innecesaria
Y siguió trozando con paciencia
No tenía respuesta y lo sabía.
El poeta es un hombre de ciencia sin sistema.
Grabarle un corazón y algunos versos
Pero le fue sintiendo las texturas
Los diferentes olores resistencias
Y detectó que algo devoraba
Las entrañas del tronco que escamaba.
Lo fue horadando con paciencia
Cambió la cuchilla por un hacha
Le mermó algunas ramas pegó duro
Un corte feroz directo al centro
Encontró las colonias de bichitos
Y supo que el árbol se moría
No tenía manual para las plagas
No sabía ni una poca fitotecnia
Pero las ramas eran mustias y callosas
Ninguna flor duraba al otro día
Y si llegaba un ave era suerte
Una pérdida de su ruta fiebres últimas
El árbol estaba viejo
Torcido modesto lleno de plagas
Pequeñas cuevas desiertas en su cuerpo
El poeta se detuvo en sus raíces
Supo que eran testigos del naufragio
Y les clavó el hacha de forma repetida
Y nunca pudo encontrar el oro del diluvio
Vio caer al poniente a su gigante
Quiso cavar la tierra ya sin fuerzas
Y sólo pudo secarse el antebrazo
Para no sufrir de pena innecesaria
Y siguió trozando con paciencia
No tenía respuesta y lo sabía.
El poeta es un hombre de ciencia sin sistema.
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