lunes, 21 de agosto de 2023

Capítulo de tercera novela del ciclo Malanga.
(Su nombre es Ficciones Quebradizas y ha de ver la luz hasta el año próximo).

GREGORIO HA DEBIDO PENSARLO ANTES

—Sr. Vivas, necesito hablarle.
Es el colmo. La visitadera de personajes no para.
—¿Usted es…?— pregunto, pero su nariz de marañón lo identifica bien.
—Ya lo sabe. Soy Gregorio— el hombre viste una tshirt azul con un logo de cerveza Gallinero. Me conoce bastante bien.
—¿Quién les dijo que estoy aquí?
—Pues un fantasma al que usted llama Zárate. Él mismo no está seguro de su nombre: parece que su autor nunca le puso. Además, vimos el techo de doña Sara levantado y por aquí no ha pasado tornado alguno. ¡Qué vergüenza! El famosito Vivas es un vulgar precarista.
—¿Nunca tuvo un sueño, Gregorio? Yo quería escribir. Y bien— creo que aplico un tonito de soberbia—para eso necesito marcar distancia.
—¿Le parece poco todo el dinero que hice? El problema es que todo tiene causa y consecuencia. Como diría más o menos el gordo: “uno no escapa de su pasado”. No lo dijo, pero está muy claro en su narrativa.
—¿Usted también lo lee? — le digo con cierto desprecio.
—No sea idiota. Yo leo lo que usted lea y si a usted le da la gana. Soy un personaje, un títere, un esclavo. De hecho, vengo a pedirle que me redima.
—No puedo. Si lo salvo a usted, se cae la novela. Sabe que es un hombre malvado, ¿no?
—Puedo hacerlo muy rico. Yo lo soy.
—No entiende. Es una puta ficción.
—Igual lo es el dinero y lo es el mercado. El precio que se le asigna a las cosas suele partir de la subjetividad, de los prestigios que el mercado fabrica. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, ¿Ha oído la frase?
—Es de Marx: la busqué en Wikipedia.
—Pues eso, todas las ficciones se derrumban. Ud., sin embargo, está a tiempo de hacer de mi historia, una historia de bien: la de un filántropo. Olvide todo lo escrito y conviértame en un neurocirujano que acaba con el hambre en el mundo.
—Y ¿para qué tiene que ser neurocirujano? ¿No podría ser bombero, cruz rojista?
—Las novelas bestseller, las que interesan a todo escritor para hacer plata, retratan el mundillo de los poderosos, no lo olvide. La gente no compra la trama nada más. Compra la aspiración de ser como los poderosos. Si su ordenador, de repente, me convierte en un limpio, tirarán el libro en la basura, antes de llegar a la página quince.
—¿Por qué precisamente esa página?
—Porque es icónica. Recuerde el periodicucho de la oligarquía que tenía en esa página toda la batería ideológica de los opinadores reaccionarios. Esos hombres, que usted detesta, han adoctrinado a casi toda Malanga.
—Es decir, que tengo la batalla perdida. Ellos son intocables.
—Pues sí. ¿Para qué se mete donde no cabe?
—¿Usted recuerda a Galván, el cantor de tangos de Soriano?
—Y a Rocha, cómo no—Pasta está tan cómodo, sentado sobre un nido de gallinas, que enciende un cigarrillo.
—Son idealistas. Por eso es que se los lleva puta y lo arriesgan todo. Son proscritos en medio del terror al que quieren vencer. Los adalides de causas perdidas me caen bien.
—Entiendo. A usted nada lo hará cambiar.
—Se equivoca. Me traiciono continuamente. Escribo una novela y me pongo como un trapo. Lo que uno no traiciona son los ideales. Ninguna otra cosa es sagrada.
—No le quito más tiempo. Esperaba alguien inteligente y me topo con un ladrillo. Recuerde que, a mi manera, tengo la ventaja de estar dentro de la novela y puedo joderlo todo.
—Déjeme ver, señor Pasta, si tiene salida. Según sé, usted desde carajillo ha sido un bravucón, un tipo sin miramientos. No veo qué le preocupa ahora. Ha debido pensar sus pasos antes de darlos. ¿No tendrá sentido de culpa?
—¿Culpa, yo? Váyase al diablo, Vivas. Yo no tengo nada de qué arrepentirme. Lo que pasa es que quiero conquistar una muchacha un poquito más joven y no quiero asustarla con mi expediente de trampas.
Creo saber de lo que habla. Me resisto a decirle que ella anda con un hombre casado, bastante bien posicionado económicamente. Sólo se me ocurre sentenciarlo:
—Saliste pendejo, Gregorio. Estás enamorado.
Enseguida pienso que tengo que decirle a Zárate que detenga la jodedera de delatarme, que yo necesito distancia para que los personajes no intenten chantajearme.
Tendré que mudarme de cielorraso, Me gustaría una casita en un árbol de guácimo, de ésos cuya copa es tan frondosa que uno se pierde como una lagartija en el lejano paisaje.
Lo fregado es hallar el sitio.

jueves, 17 de agosto de 2023

LUISILLO DIALOGA CON EL REY DE LA PEREZA

 

El equipo del barrio perdió ayer 3-0 y va a tener que jugar la liguilla. Lo bueno es que si vuelven a canchas abiertas, tendrán que devolver la cancha que la muni les prestó y volverán las mejengas rapidito.

Tanta emoción con el ascenso a segundas hace un año. La gente compraba la camiseta azul y la pantaloneta roja porque estaban relindas, pero lo hacían a pagos…¿Treinta mil pesos por esos trapos?  No jodan, si ni siquiera pagamos al día los recibos. Entonces, luego de una llorada, el administrador daba el visto bueno y apuntaba las deudas en los cuadernillos.

Los primeros cuatro partidos se ganaron al hilo. Lo que no esperábamos fue que el Caballo Sequeira se lesionase. Y menos fuera de la cancha.  Se torció un tobillo y cayó de las escaleras del bus.  Se rompió el codo y estuvo ocho semanas fuera. A partir de esa fecha, el Yuyo ganaba un partido y perdía dos y así. Y sin embargo, después del juego diez no la vieron más,.

Es que el Caballo no quiso regresar cuando vio que no estaban al día con el pago del seguro. La lesión le sanó mal; tiene el brazo hinchado como un jamón de cerdo y no puede moverlo casi. Anda con permanente cara de dolor y preocupado, porque los dueños del equipo le amarraron el perro.

Dice que tiene que operarse de nuevo para colocarse un pin y enderezar la fractura que sanó desplazada. Y que, sin el seguro social, eso es un facturón. Aparte a la persona que acude al hospital sin estar al día le suelen dar un trato impertinente, de mendigo.

Yo sé que, si le hablamos a Clemente o al director de Sicarios le consiguen, por lo menos, trabajo de conserje, pero eso nada soluciona en el corto plazo. Para que lo atiendan bien, para que le den una incapacidad y un trato medianamente humanitario tiene que haber cotizado tres meses consecutivamente. Es que si no, no hay derechos e igual le cobrarían todo el tratamiento. De locos es eso de cobrarle millones a un pobre desempleado…

Ahora, con tanto dolor, lo riesgoso es que Sequeira acabe por ser adicto. Probó con los chocolates al principio, pero es claro que para el dolor no sirven. Terminó empachado y, con el brazó así, nadie podía sobarlo. Hasta que tiritaba por la fiebre, sudaba descompuesto y creímos que se iba a morir.

Laxantes, uno tras otro. Cobijas, tres. Tés de manzanilla, gelatinas, etc. Dos días tardó en mejorar y quedó curado… de no volver a tomar un maldito chocolate.

El dolor siguió.  Nos daba pena y no sabíamos cómo apoyarle. Don Miguel sugirió que lo borráramos para que no sufriera. Nos obstante pagar ochocientos mil pesos no reembolsables no estaba a mano para alguno de nosotros. Asfixiarlo entre varios en su cama, luego de sedarlo nos podría traer un conflicto con la ley y no se trataba de ser mal ejemplo ante el mundo. Imagínese lo que nos costó salir en TV (fue cuando el simulacro de terremoto, que vino la señora presidenta y rescató a una gente sepultada por los escombros).  Qué desgracia sería volver a aparecer, pero en la nota roja bajo el titular de “Vecinos se echan al pico a enfermo de la comunidad”.

No. Lo que hicimos aún así fue titánico. En dos semanas nos organizamos para hacer rifas en las comunidades cercanas. Que una olla de cocimiento lento, que unas tenis americana talla grande, cosillas que no se llevaron al bingo escolar porque de por sí ya había muchos premios recogidos.

Estaban allí, bajo la cama de madre en una bolsa y cómo doña Vicky estima mucho al Caballo porque siempre que pasaba por el barrio saludaba muy cortésmente, ni lo pensó.  Talonarios fueron varios, más de seis y todos los números se vendieron.

¿Dé qué sirvió eso? De mucho. Le pudimos costear al Caballo unas vacaciones en Valle Muerto, donde estalló el antivolcán que todo lo cubrió de blanco. Afortunadamente, los psicotrópicos han sido legalizados e ir a darse unos ñatazos de coca no va a lastimar a nadie. Además, la droga al ser tan abundante es gratuita. Lo caro son los servicios turísticos que el auge de extranjeros que quieren inhalar en el paraíso ha disparado.

Es por eso que le dimos un regalazo a Sequeira, ¿sabe?

No es culpa nuestra, no sabíamos que padecía de rinitis, pero no me diga que eso no es un mal menor.

Y lo mejor de todo es que ya termina el campeonato, Otto. Imagínese qué chiva que el equipo pierde todo y la cancha vuelva a la comunidad.

Por cierto, Yami te está buscando porque no atendés al carajillo. Si querés le digo a Miguelón que te dé brete. El don es pura vida y sobra quehacer.

Jueputa, fue cómo si le hubiese mentado la mama…

domingo, 6 de agosto de 2023

Vileta de cuarta novela del ciclo Malanga

ENTRETELONES, CHORIZOS

 

—Tenemos que hablar— le digo a Ana cuando contesta.

—Ya sé que andás con otra, no jodás— responde.

—No es eso. Zonas grises se está organizando para meternos una demanda por la estafa de las viviendas. Vas incluida allí.

—Yo abandoné hace tiempo. Antes de los problemas.

—Igual te va a salpicar. Necesitamos parar esto.

—La verdad es que vos me ayudaste a llegar acá. Dame chance de buscar apoyo.

—Escucháme, tengo la respuesta. Es muy simple.

—No jodás. Ahora sos genio.

—Genio, no. Astuto. Lo que tenemos que hacer es acabar con esas barriadas donde empezaste tu carrera. También con Cuesta de los Monos porque son testigos muy cercanos.

—Pues no tengo tanta plata para sicarios.

—No, eso no. Basta con demoler la comunidad. La excusa es la urgencia de un nuevo relleno sanitario, un botadero. Si los disgregamos, triunfamos.

—Necesitaremos apoyo del alcalde. De por sí, el chavalo es de los nuestros.

—No te olvidés de los estudios técnicos. Hay que elaborarlos; necesitaré plata para eso.

—Ni que fuese tu mama, vividor. Te consigo un presupuesto mínimo porque el alcalde cobra caro. Decíle al jefe tuyo que aporte algo.

—Ese chavalo sólo deudas. Mejor aún, dános la concesión del relleno sanitario y una torta paga la otra.

—Entonces, yo voy a querer mi parte también, Román.

—¿Y…? Decí cuánto y lo metemos de sobreprecio— le hago ver con sencillez.

Escucho un ajá gutural y Ana cuelga suave el auricular. En ese instante voy masticando ya la uña del cuarto dedo; he devorado las anteriores.

Escupo las esquirlas.

Toda esta mierda pasa sin testigos, pero tenía la urgencia de contarlo. No entiendo cómo los chorizos generan tanto nerviosismo.


 


Capítulo de cuarta novela del ciclo Malanga

GLOSAS DE PERSONAJES INCONFORMES
 

Un frío de puta madre en la calle. Repentinas ventiscas nos obligan a entrar en La Chichera, el bar que une a la clase baja con la clase media, a seiscientos metros de la Cuesta de los Monos.

Estaba Otto solo sentado en la mesa del fondo. Ésa tiene ventanal y me gusta. Le dije a Jaime que nos juntáramos con el chavalo. Asintió a la primera y era lo conveniente:  no había mesas vacías y era noche de fútbol.

—Dice Clemente que se encontró una novela sobre el barrio y que está llena de mentiras— introduce conversa el Loco.

—Es cierto. Yo salgo allí como un militar de fuerzas especiales y un sicario y pillo— respondo en el acto.

El salonero nos interrumpe ansioso:

—¿Qué toman? Hay ceviche.

—Gallinero.

—Gallinero.

—Yo quiero otra—tercia Otto.

—Unas papas con chorizo— Jaime, rascándome el ceviche.

—Traéme ceviche solamente si está fresco—advierto yo.

—Pedí otra cosa—aclara el muchacho.

—Un plato grande variado para picar. De allí, comemos todos— ordena Otto.

—No me cancelés las papas—. El muerto de hambre es Jaime y ya se ha ido el tipo de la comida.

—Pues bien, muchachos. Me les voy del barrio pronto, creo. Ya saben que tengo orden de borrado y por eso me voy…—el melodrama de Otto.

—Ah, un fan de Julieta Venegas.  Es una rola muy vieja y cursi— Jaime, que sabe lo mosca muerta que es el chocolatero.

—Vos sí que inventás. Lo que no querés contar es que Yami te dejó por sus aspiraciones políticas y por acomplejado. Yo trabajé en Sicarios y vos no estás en la lista de borrables.

—Te juro que me amenazaron. Hasta recibí un whatsapp que me conminaba a presentarme. Lo tuve que borrar para no asustar a Yami y al carajillo.

—¿Es la causa por la que te fuiste a meter donde doña Tina? Ve vos; ¡qué negocios retorcidos hacés!— espeta Jaime.

—Bueno, no iba a quedarme en la calle. Rosaura es un caramelo y la ocasión la pinta calva— Otto, sincerándose de una.

—Ya déjense de pendejadas. Iba a contarles que en la novela soy milico de los bravos. Imagínense: fuerzas especiales…Un boina verde o algo así— yo, aburrido ya de pendejadas de faldas.

—Nadie lo cree. No te da la estatura— me dice Jaime—. Sólo que te meten en un potro de tortura y te hagás de hule.

—Ya lo sé. Sin embargo, los enanos tenemos otras habilidades. Miren a Messi— me defiendo.

—Ése no es enano— acierta el ex de Yami—. Mide lo mismo que el malangueño promedio.

—Mejor aún. Mientras más bajos, menos caídas. El centro de gravedad, perfecto. Votá a un gigantón y verás que dura todo un capítulo poniéndose de pie. De hecho, estoy en conversaciones con el Deportivo Yuyo. Soy un ocho—, fanfarroneo.

—Mentís más que Otto. A vos te agarra el Caballo y te hospitalizan todo el semestre. En la UCI, te iremos a ver—Jaime condescendiente, cagado de risa.

—Si te confunden con el balón y te patean, salís volando como un cometa— dice Otto.

—Cuando vuelva de servicio y tenga mi ametralladora, me los voy a cargar a los dos, cabrones. Lléguense el sábado a las tres a la cancha comunal, que allí entrenamos y así aprenden un poquito.

Otra ronda, tres gallineros y otra bandeja de tapas.

—Estás pasado de kilos, huevón— comentario malicioso del yerno de Tina.

—Energía en reposo. Oigan, estamos desperdiciando el capítulo. Nos hemos metido a este bar para comentar que la realidad es una gran mentira. Eso dice el guión— yo, tratando de salvar la jornada.

—Me las pela— palabras textuales de Otto.

—Uno no le hace caso a voces maliciosas. Yo también salgo en la novela…Hasta Otto. El autor no sabe de nuestras vidas y habla mierda. Ya lo viéramos para que nos pague derechos, por lo menos— el Loco, aburrido de ver que esto se encauza por donde el autor quiere.

Lo menos que debemos hacer es reivindicarnos cuando tenemos voz. Yo, por ejemplo, niego ser violento y borracho y eso de pegarle a la doña y de que ella me reciba a sartenazos cuando ando jumo.

La mesa está llena de charquitos de cerveza y servilletas arrugadas. Al fondo se escucha el rumor creciente de las conversaciones, pero ningún vocablo se escucha claro.

—Ya se dieron cuenta que en este barrio no hay banda sonora.  ¿Desde cuándo los bares carecen de música?— digo (y es que me molesta eso de las legislaciones gremiales que no parecen beneficiar a los asociados de a pie).

—Una lástima, pero si este mundillo tuviese una canción de fondo, estaría lleno de litigantes persiguiendo a los comerciantes en procura de sacarles algo de dinero por tener música de fondo. Lo único que podemos hacer es innovarla o limitarnos a tamborilear con los dedos, pero eso se ve muy precario—cierra el repartidor que, dicho sea de paso, casi nunca está libre para andar en bares y trabaja mucho para recibir poco. Un verdadero esclavo del sistema.

Jaime tiene razón.

Y cortamos la escena allí porque lo que viene dura hasta las once y el proceso de embriaguez que llevará a Otto a vomitar antes de las diez en los baños de la Chichera y a que una mujer —más o menos ligera, pero no promiscua— le pegue a Jaime tremendo botellazo en la cabezota que le deja sangrando la oreja.

Todo porque el ex de Yami apuesta a que el Loco es incapaz de tocarle una nalga a la extraña.

El delivery se deja provocar y he aquí la consecuencia.

Seis puntadas, una venda.