EL REACCIONARIO DIPUTADO ES UN HUMANISTA
Fue el diputado Francisco Corrales, ultraliberal
y choricero, el que vio que el país se estaba yendo al carajo con tanto crimen.
Como hotelero que era, empezó a preocuparse por la imagen internacional de
Malanga y su deterioro: nada de país tropical y su fauna, la gente quería
pasear y salir con vida. Violencia en todas sus formas: estafas, violaciones,
secuestros, plomo.
Esto había que pararlo ya. Pero nada se le
ocurría, aunque pasaba drogándose con cuanto producto salía al mercado bajo el
pretexto de alcanzar cierta creatividad mínima. Estuvo de tanda y sin comer
durante tres semanas a cerveza y pastillas. Whisky no probó porque no es tan
nutritivo como la birra: pasado ese lapso había aumentado cuatro kilos.
Decidió consultar con un guía espiritual.
El cura no supo darle respuestas: se limitó a lisonjearlo por su compromiso
social. Le pidió ayuda para sustituir las bancas de la iglesia, que tenían
harta carcoma, debido a la crisis de fe de estos tiempos. Ya ni la mitad de la
población era creyente y estaba en las mismas que Corrales: preocupado e insomne
en busca de ideas para innovar y recuperarse de los malos tiempos.
—Me temo, Fran, que la solución es
clandestina. Yo pongo un burdelillo en un pueblito alejado, y vos, hacete un
sindicato de sicarios o algo así: si los legalizás, les cobrás impuestos. Y
muerte que venga por vía reglamentada no será homicidio.
Corrales se sonrió automáticamente. Le
pasa a la gente cuando las cosas salen cómo quieren. Él había logrado encontrar
una idea potable. Ahora a armar su jugada.
—Cuente con bancas nuevas, padre. Le debo
un favor inolvidable. Cuando escriban la historia contemporánea de Malanga,
haré que lo citen, pero no por esto de hoy, sino por alguna labor social que le
hará ver como benemérito.
Y le tendió la mano firme y un abrazo y se
retiró sin persignarse. ¿Qué
otra cosa iba a hacer un ateo en la iglesia, si no es un negocio?
Eso pasó hace rato y, si no lo sabe
el lector, es porque el finado Vivas tenía demasiado recato para ciertos
asuntos. Maldita mosca muerta, por eso hay secretos de Malanga que se fueron a
la tumba con él: muchos contactos le contaban cosas y él, como todo hipócrita
contaba a pedacitos y llenaba los huecos con invenciones.
Tardó quince años en el Congreso el
proyecto de ley y no se subiese aprobado de no ser por la inquina del
legislador y porque supo reelegirse continuamente, a pesar de que la
legislación malangueña lo prohíbe. Para ello, se valió de un gemelo imaginario
que apareció inscrito en el registro electoral, una tarde cualquiera de
cualquier octubre.
Cosas que pasan: cuando él salía de
su legislatura, el hermano, llamado Aurelio, apenas iba a entrando a
sustituirlo. Con la misma línea ideológica, con el acento similar y con la
única diferencia a la vista de que su fotocopia prefería los trajes claros,
gris de rayas, sobre todo.
Entretanto, los hijos de Corrales
crecían y se casaban. Nadie sabe cómo, pero dicen que el lavado de dinero y las
drogas hacen nexos estrechos. Por eso, Maripaz se casó con el hijo de un capo
mexicano y Jesús con la hija del embajador del imperio. Ojo, que no estoy
diciendo que sean experiencias similares, sino roles de poder financiero.
Al fin de cuentas, eso de hacer
política por puro amor no se lo cree nadie. La regla es llegar pelado e irse a
la casa con sobrecitos de premio cada día.
Además, no era un
secreto para Fran que el señor Vicente Terreras, capo del horror en el norte de
México, le había financiado su campaña personal con varios millones de dólares,
billete sobre billete.
Corrales es
alto y para parecerse a su gemelo se cuida de no estar ni más flaco ni más
gordo de lo debido. Aurelio nunca usa barba y él se la deja tupir como si fuese
menonita.
Así las cosas,
como es divorciado, cambia de novia que es un contento pues sabe que lo que
buscan sus amigas es la billetera, un lindo apartamento y una tarjeta de
crédito. Y pues les da tarjeta y plata, pero antes de ponerles piso, se esfuma
y cuando le llaman por teléfono siempre contesta el hermano.
El otro, el que
no tiene nada que temer: el que nunca sabe dónde putas ha ido a parar su
hermanillo porque “casi nunca lo ve”.
Cómo puede
verse, Francisco y su álter ego son bastante mañosos y aparte de haberse beneficiado
de la ya vigente Ley de Sicariato Profesional, han pensado en todo. Desde los
tiempos duros, cuando Paco hacía lobbing infructuoso en las oficinas de sus
pares diputarados —pues la moralidad pacata veía mal eso de negociar con la
muerte— lo pensó a profundidad y una de las primeras vueltas que hizo fue crear
la Fundación para la Protección de la seguridad y de la Vida (FUNPROSEVI). La presidencia quedó en manos de su secretaria
que, en todo caso, era hermana menor de su abuelita.
Es que nunca
puede faltar el nepotismo en Malanga y los choriceros acá tienen larga
tradición.
Por el artículo
8 de la misma Ley de sicariato Profesional se dispuso que la onegé actuaría
como ente regulador del mercado. Sancionaría penas en caso de excesos o
infracciones de parte de los contratistas y se nutriría de un canon establecido
que las empresas deberían girar mensualmente para mantener el monopolio de las
balas y de las muertes inducidas por arma o veneno.
Por cosas de
pudor de los legisladores, a última hora decidieron que estaba prohibido
ahogar, asfixiar, decapitar personas o lanzarlas desde un balcón. Motivos: se
trata ganar mercado a partir de dar un servicio pulcro, ejecutivo. Tanto así
que las escenas de muerte deberán ser aseadas por la cuadrilla correspondiente
de la empresa ejecutora, previa entrega de las órdenes de muerte y la
presentación de los permisos respectivos a los agentes policiales y al delegado
de la pacifista fundación del señor Corrales. Estas disposiciones pueden verse
en las justificaciones iniciales de la ley, tal y cómo fue publicada en el
diario oficial, apenas cinco años atrás.
La gente,
porque la gente es hijadeputa, piensa que esto es un gran avance civilizatorio.
Ante la prensa internacional aparecemos como un país tan pacífico que la tasa
de homicidios no alcanza ni un punto porcentual. Claro que incide en eso la
definición jurídica local de homicidio y crimen, que no considera tales los cometidos
por contrato y con intercesión de operarios profesionales.