viernes, 18 de abril de 2025

UNA TARDE ENTRE AMIGOS— NARRATIVA/NOVELA EN PREPARACIÓN

UNA TARDE ENTRE AMIGOS

 

Washington ya no tenía dientes, pero no le afectaba. Su alimentación basada en papillas suaves y algunas vitaminas que se le agregaban al plato, le habían proporcionado cierta estabilidad en la vejez para que al menos no pasase postrado.

Así que cuando llegué al living de Jonás y el perro se me vino encima, me llevé un susto grande, pero mayor fue la babeada que me empapó la pierna derecha. El ama de llaves me facilitó presurosa un paño blanco y, más tarde, el perro se vino a echar en el mismo sofá donde yo esperaba al presidente electo.

Me extrañó que me llamase, lo reitero. No éramos amigos ni compañeros de clase. Cruzamos algunas palabras antes, quizá en tres o cuatro ocasiones. Encuentros circunstanciales, colectivos, brevísimos.

Ni siquiera una taza de café hasta ese día que me llamó y me citó para las tres del día siguiente.

Mientras aparecía mi anfitrión, yo miraba a la puerta en busca de otros invitados, pero no ocurrió. La que primero bajó fue la esposa, Lili, con el paso lento generado por la ciática y el cuidado que exige caminar con el rostro vendado, merced a una cirugía estética que no ha concluido su tiempo de reposo.

—Hmmspff— me dice.

—Bien. gracias— respondo poniéndome de pie y simulando darle un beso en la mejilla a esta señora que parece la momia de Titanes.

—Hmmspff— repite (pero ahora le habla al ama de llaves).

Entonces, la mujer me invita al comedor y yo le sigo. Doña Lili, sin embargo, no se acerca, sino que se va, como gallina ciega, tocando paredes, tanteando muebles hacia el fondo del corredor, donde presumo que ha de haber una terraza o un studio donde le place ejercer la soledad.

La luz entra sin mayor violencia por los grandes ventanales y la puerta de vidrio corrediza está abierta para que la casa se mantenga ventilada. Trato, pues, de estimular al perro para que salga al patio y deje de revolcar contra mis rodillas, pero él no acata ni descansa. Veo algunas pavas en lo alto de las palmeras y pienso que son pájaros feos y que solamente la mitificación de la naturaleza puede explicar que la gente guste de estar rodeada de paisajes exóticos.

En otra habitación, se oye un canal de noticias que relata la calamidad del incendio de anoche en un precario del sur. La tragedia se origina en la explosión de una bodega de pólvora clandestina, pero se acrecienta por la carencia de agua que sufren esos barrios. Se me cruza en la mente, a modo de flashazo, que Joel fue presidente ejecutivo de la Compañía Nacional de Cañería Popular, la responsable de llevar el líquido por todo el país, pero lo único que consiguió fue un aumento tarifario del cuarenta por ciento y un par de licitaciones deficientes que cuestionó la Contraloría Nacional por estar diseñadas a dedo para X proveedor.

Hecho que ni me preocupa porque acá es como ver llover.

El futuro mandamás demora unos quince minutos en bajar, lo cual no me indica que sea pedante o impuntual ya que no lo he tratado tanto. Va directamente hacia el bar y trae dos vasos y la botella de whisky.

—Gracias por venir— frase protocolaria que tampoco me permite emitir criterio todavía— Vamos por un traguito ahí, junto a la piscina.

No suelo tomar sino en celebraciones, pero accedo. Mi ego dice que, si me ha llamado luego de ser elegido, tiene un lugar para mí en su gabinete.

—Vos no terminaste la carrera— me dice—. Sé que has trabajado como asesor en la Asamblea, merced a la influencia de tu tía.

Me parece un golpe bajo, pero disimulo. Me pregunto a qué viene eso porque no sabía yo que fulanito tuviese la costumbre de bajarle el piso a cada interlocutor para así sentirse más seguro.

—No, no— respondo—. Ha sido el profesor Cárdenas, el de Política Internacional, quien me ha recomendado.  Tuve la suerte de llevar un par de cursos con él e incluso me dejó ser su asistente durante el último año que anduve.

—Y, ¿por qué no terminaste? — su sonrisa un tanto socarrona me empieza a sacar de sitio.

Pienso que esto es de verdad una entrevista de reclutamiento, lo cual tiene algo de humillante pues nunca solicité tal cosa. No obstante, respondo en breve_

—Se murió mi tata. Tocó que me pusiese a trabajar.

Supongo que la frase me ha blindado un tanto porque entonces abre un poco el arco temático y entramos, a los minutos, en aquello que nos convoca:

—Estoy formando gabinete. Necesito todavía tres o cuatro ministros. Vos serás uno de ellos.

Alego que tengo ese bache curricular, pero me tranquiliza de inmediato:

—Eso lo arregla mi equipo. No perdás el tiempo con temas tontos.

Que yo sepa este muchacho no tenía equipo alguno. Lo que pasa es que al haber triunfado se aproxima toda la rapiña que quiere un puesto de poder. Eso o que, cómo dicen en los corrillos, el poder está en otra parte y el presi no es otra cosa que un empleado temporal del poder, un agente ejecutor como aquel taimado de la CIA que hizo una peli sobre trata y luego se le vino encima todo el teatrito porque lo acusaron de violaciones, de estafa, de teatralización.

Es decir, si la escena queda bien montada, se retira como héroe al fin de su mandato. De lo contrario, sus mismos jefes pueden montar la operación para llevarlo en cana o desprestigiarlo.

Eso garantiza obediencia.

—¿Y dónde entro yo? — pregunto interesado.

Joel coge una piedra que arroja contra una iguana que toma sol a la orilla de la malla, entre las hierbas.

—Ministro de Ambiente te quedará bien.

Con lo que detesto el lenguaje jurídico, me da náuseas pensar en asumir esa cartera. Me chantajeo solo al pensar que para eso tendré un piñazo de asesores y yo haré lo que casi todos los ministros saben hacer:  poner el tarro ante las cámaras.

—No sé si quiero. Usualmente lo público termina en demandas, en colochos enormes.  Y se pelea contra organizaciones bien asesoradas.

—No es tan grave. En esto siempre elegimos al amigo y jodemos al enemigo. Y si transamos en algo indebido, los mandos medios están allí para ser castigados pues son los responsables de los informes y de las recomendaciones. Yo mismo tuve denuncias por una licitación y lo solucioné fácil. Una subordinada acusó a las dos funcionarias de hurto, de robarle un par de cadenitas y dinero, y les abrieron un órgano directivo.

La consecuencia fue una patada en el culo. Las han dejado cesantes y nadie más ha querido abrir la boca sin pensarlo antes.

Recuerdo eso, pero no contesto. Miro con cierta severidad el tema y me limitó a mover el rostro afirmativamente de modo casi imperceptible. Veo que el hombre se ufana de ser mañoso, de llevar el poder a una ética de la conveniencia.

—El salario no es gran cosa— comentó—. Debe andar apenas arriba de los dos millones.

—¿A quién le importa el salario? Lo que tiene el cargo es el poder de decidir, las influencias. ¿Sabés cuánto paga un empresario por garantizarse una concesión? Imagínate para vos el 5% de varios millones de verdes. Y libres de paja y polvo en la banca de Panela o en Andorra.

—Suena tentador.  ¿Qué hay detrás?

—Bueno, una contribución para el partido que debe venir en efectivo. Son veinte palos.

—Ah, no­. No los tengo. No manejo deudas, pero tampoco patrimonio.

—Eso tiene arreglo. Tu mujer tiene propiedades, tus suegros también. Haz que traspasen, la de cinco hectáreas a una fundación por un precio simbólico. Claro, no vas a recibir vuelto alguno, pero lo haremos ver como una transacción. Mi nombre no aparecerá en el chorizo, sino que esa entidad juega para mis intereses lateralmente.

A esas alturas, me siento tenso. Debo confesar que al venir sabía lo que me esperaba. Que nada de lo propuesto me es ajeno y que uno oye cómo opera la corrupción todos los días:  favores, mañas, amarres. No hay lealtad posible en un sujeto que no tenga trapos sucios que tema ventilar.

¿Qué sabrá Joel de mí para hablarme con tanto desparpajo?

Como si yo no supiera que en la política existe el espionaje, el basureo, la hermandad siniestra de los puñales y los besos de Judas.

Washington se acercó de nuevo a nuestra mesa tan sólo `para mearme el pantalón, pretexto que sirvió para cortar un poco el asunto.

—Pensálo bien. Tenés quince días para el dinero. Nosotros ya estudiamos tu currículum— subraya con nula sutileza mientras me estrecha la mano.

Y yo digo que hay hijueputas en el mundo y que debe ser una ley del magnetismo inversa porque polos corruptos se atraen entre sí.


6 comentarios:

  1. Un para....un par de licitaciones

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  2. Porque acá es como ver llover....como oir llover...aludiendo a un sonido que no se le pone atención

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  3. La prosa es realmente cautivadora, logra pintar de manera vívida el ambiente tenso y peculiar en el que se desarrolla la interacción entre los personajes. La forma en que se entrelazan elementos cotidianos, como el perro y la situación de la esposa del protagonista, con la narrativa de poder y corrupción en la política, añade profundidad al relato. Además, el uso de diálogos y descripciones crea una atmósfera que sumerge al lector en la historia, generando una reflexión sobre las dinámicas del poder y la moralidad. ¡Me gustó mucho!

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Su observación es bienvenida. Gracias por leer.