PARÉNTESIS
A mí,
no me jodan. No tengo idea de cómo llegó Joel a la presidencia de la República Peripatética
de Malanga, (su nombre oficial).
Lo
cierto es que es normal que gran parte de los seres que entran a la vida
política alucinen con el poder enfermizamente. De niños han sido despóticos,
malcriados y, de adultos, sociópatas totales por lo que podría decirse que esto
es una especie de destino universal pues la miel atrae a las moscas luego de los
millares de horas de esfuerzo que han aplicado las abejas en perfeccionar su
tarea.
Lo
que hago, ya que no interesa ser biógrafo de imbéciles es recrear uno de
ficción, así que no busquen mayores referentes en la vida real porque el primer
mandatario padece los males de todo el mundo, aunque no puedo dudar que los
disfrute porque suma altas dosis de sadismo y prepotencia. Algo malo le habrá
pasado en la infancia seguramente o venía fallido. Lo que pasa es que las masas
son emocionales y acaso lo disfuncional les genera empatía porque tanto este
protagonista como las multitudes suelen arrastrar enormes cargas de frustración.
Así que Narciso se acercó al lago, se dijo “¡qué guapo sos!·” y se
arrojo de jeta…
Seguramente, al alba, las
aves de la zona detectaron el cuerpo flotando boca abajo, pero de policías,
nones. Al contrario, meses después el mismo gobierno del aciago presidente,
daría permiso para construir sobre el domo de tierra que se había formado sobre
el cadáver una de las torres más altas del mundo. La misma tiene solamente cinco pisos, pero en
Malanga la desinformación es pasmosa y no saben de New York y menos de la grandilocuencia
visual de Dubái.
Por eso es que Míster Míster
—su nombre me da fatiga y quiero usarlo poco— tiene inauguraciones todos los
días si se encuentra de paso en el país.
Lo habitual es, sin embargo, ir de negocios de acá para allá a distantes
partes del mundo sin que nunca cuaje la llegada de una supuesta inversión
extranjera. Malas lenguas dicen que los negocios que hace fuera depositan sus
ganancias en la banca offshore de Vanuatu o de Panela, pero los medios locales
carecen de presupuesto para grandes investigaciones.
Por lo mismo se limitan a
corrillos: cafeterías de todo status, pulperías, vecinos y a los parientes
viejitos (tatarabuelos y así) que se van de la lengua tan pronto les preguntan
sobre algunas particularidades de familia que van desde la endogamia, que se
manifiesta en ejemplares bastante feos, hasta la proliferación de burócratas
ultramoralistas, pero propensos a caer en todo embarrijo financiero, como pasa
exactamente con las moscas.
Ya aligerado de decir que en
esta novela no hay nadie real, sino esquirlas que caen sobre la casa vecina
cuando se dinamita el predio adjunto, puedo decir que, no obstante, es
preocupante evidenciar que nuestra comunidad actúa con irresponsabilidad
absoluta y que nos queda pues el desamparo de saber que cualquier día —o noche,
porque los escándalos no tienen hora— una lágrima de diez toneladas rebota
sobre nuestro hogar y nos revienta la madre para que mañana vengan los chicos
del Sr. powerman a planificar sobre
nuestras ruinas la nueva zona franca.
Este paréntesis era necesario
para calmar a tanto revisionista que va a querer reivindicar al linaje local y decir
que la novela es inexacta, que lo denunciado nunca pasó…
Exacto, muchacho. Es literatura posmoderna, ¿sabés? Vamos a
dejarle espacio a la ambigüedad de las percepciones y alegar el cuento aquel de
que la literatura es autorreferencial que querían algunos surrealistas, aunque los
temas como el poder, siempre hablan sobre la realidad lo queramos reconocer o
nos pongamos mojigatos.
¿Se ha enojado, lector? Vaya
por un vaso de agua o un etiqueta azul y relájese. Luego regrese y nos ponemos
peripatéticos, serios y bufones atroces. Lo que pasa es que un libro que no te
sacuda puede ser esparcimiento o tiempo perdido, pero nunca será un buen libro.
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