MORALEJA DEL TIEMPO MUERTO
Siempre que iba a la biblioteca me dormía
Leía un poco los periódicos
Y al rato como el burro del pesebre
Fatigado de rutinas y de cuentos.
Entonces empecé a pasar las mañanas en el parque
Veía pasar gente las leía
Construía su perfil imaginario
Y algún tipo me resultaba delincuente pirata o cantinero
Igual las damas vi dos espías una viuda negra cuatro olímpicas
Aunque todo esto lo supongo
Nunca tuve trato con ninguno
De hecho cambiaba de costado
Y vi todos los rincones de ese parque
Los vendedores de droga con cuchilla
Las parejas intimando al mediodía
El vagabundo de los perros bien nutridos
Las botellas y empaques mucho viento.
También a un tipo que miraba hacia una ventana del octavo piso
Se paraba en un rincón de la plaza a las diez por varios
El condominio tenía ausencia de cortinas
Balcones muy pequeños cadadiez o quince metros
Unas cuantas macetas de buen peso
Y en el quinto del ocho lado izquierdo
Vi una silueta de verde azul largo cabello
Tirada en una silla de jardín y con revista
Abandonada al sol como invisible.
El tipo caminaba media cuadra
Llevaba una gorra de beis mascaba chicle
Se detenía un rato regresaba miraba a los lados
Y hacia arriba como si fisgase las piernas de la diva.
A eso de las doce se marchaba.
La gente a esa hora era bastante
Gente que va por el pan o hacia el cajero
Gente que va a mirar la joyería
Semáforos bocinas y piedra.
Yo seguía mirando historias falsas
Descubrí que la gente tiene miedo
Andan los nervios de punta como el gato.
Al tercer día
Noté que los roles del tipo y la mujer se coordinaban
Sin embargo no se cruzaban las miradas
Sospechaba de ajena cornamenta
Vi a la mujer sorbiendo un coco con pajilla
Vi al tipo guardar el chicle en el bolsillo
Un perro vino a marcar territorio al lado mío
Yo me quedé incómodo testigo.
Al día siguiente volví con los gemelos
De esos chicos para apuestas de caballos
Y cuando fue la hora de los cruces distantes
Un tanto de sol sobre llovizna
Los vi repetirse como atrapados en una ficción de celuloide
Busqué el ángulo de perfecto disimulo
Y apunte la vista hacia el octavo.
Tenía ojos bellos agresivos
Carnosa boca dulce casi milagro
Y sostenía una revista boca abajo
Un catálogo bancario supuse
Y a su lado tenía un catalejo.
Me pareció normal desde lo alto
Hay mucho que mirar. Hartos detalles
Así como vi las venas marchitas de la lotería en las macetas
Vi con desazón más de diez cocos por el suelo
Vi una pulsera que decía en su muñeca
Vi su cuello algo ajado la vi inquieta
Varias veces tomo su catalejo
Pero pasó de lejos del sujeto.
La joyería abría a las once
La panadería a las ocho
El kiosco de frutas a las seis
Pasaba mucha gente sin quedarse
Pero estos allí tan repetidos.
El viernes me quedé hasta más tarde.
El tipo se fue a las once y media
Con intermitencia volvía al cafetín de Carlos
La última vez traía galletas me tiró un sobre al vuelo
Lo tomé como algo generoso y luego entendí lo indiscreto
Pero ya era tarde y me quedaba.
Hacia las tres entró al condominio
No lo vi largarse en todo el rato
Antes de las seis abandoné mi sucio poyo
Y ya no volvería sino el lunes.
Dormí sábado y domingo
Estuve solo estuve bajando mangos
Estuve viendo ardillas
Estuve sentado en una piedra
Y sin darle cordel a esa pareja.
El lunes encontré la reja rota
La joyería rodeada de cintas de peligro
El techo ligeramente chamuscado
El kiosquero no vino no lo esperen
Parece que robó un diamante y los relojes
Intentó abrir la caja con soplete
Y provocó la quema de la tienda de pan.
De los otros dos yo nada supe
Ni siquiera se han asomado a la ventana
No sé si están solos o se aman.
Lo cierto es que las historias ocurren a la espalda.
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