miércoles, 26 de marzo de 2025

NARRATIVA- COSAS RARAS DE UN OFICIO

COSAS RARAS DE UN OFICIO

 

—Oiga, yo no puedo contarle mucho de mi trabajo:  recuerde que soy el Señor Presidente, me dice Chalado Arrieta acostado en el diván.

La habitación está en penumbras y yo le escucho escondida en la zona más inexplorada mientras me mezo en la mecedora y pienso que la noche caerá temprano pues está demasiado oscuro para ser pasaditas las cuatro de la tarde.

Bien podría servir como la versiٕón inclusiva de Ironside:  una mujer inquisidora, de edad madura que, en lugar de silla de ruedas, usa una mecera de caoba, altamente ruidosa cuando se mece.

—He venido por recomendación de la Embajada.  Me dijeron que todos vienen acá con regularidad.

—Así es, excelencia.  Pero no perdamos tiempo. Hable usted lo que pueda. Tenemos que encontrar las claves de su ego. Yo me limito a escuchar y tomar apuntes. (Mentira, mientras el viejo habla yo trato de dibujar el retrato de un caballo con anteojos, pero no me sale satisfactorio).

—Tengo  muchos problemas de violencia, doc. Fíjese que alguna vez le pego a mi mujer, pero es culpa de ella. A los nenes, nunca. Lo que hago es que les prohíbo estar en el mismo lugar que yo para que no me rompar las bolas…

Es que papá era así, ¿sabe? Ni una palabra afectiva, ni un cupón dorado en su puta vida. Eso me hizo lo que soy, digo yo. Entonces, pienso que quiero emularlo y me hago valer como macho.  Claro, para sostener mi imagen pública le agrego a eso el ultracatolicismo, la mojigatería.

Yo espero que esta terapia la pague la Embajada porque soy muy cuidadoso con mis gastos. No acostumbre dar propina en hotelería ni en restaurantes, no ayudo a la caridad, pero soy puntualito en la misa y tengo dos perros de peluche en mi oficina. Es decir, amo a los animales, pero de lejitos porque me pueden pegar sus plagas.

—Sr. Arrieta, hable de usted, de su vida, pero no trate de explicarla, ¿quiere?

Es entonces cuando un sujeto pasa frente al ventanal en caída libre.  Parece que es el presidente Lucas Nerón Chiverre que no ha soportado más tanta frugalidad en que se vive en los salones superiores  del poder,  ha subido a la azotea y ha tomado la decisión de suicidarse.

Yo me cago de risa oyendo todo porq ue el imbécil no es consciente de dónde está.  Se ha metido en la sala de descanso de una clínica que trata a los enfermos de poder, pero no para curarlos, sino para sacar ventaja de su perversión.

Chalado ni se ha dado cuenta de la suerte de su amigo porque, aunque se dice presidente, por ahora está en banca: acaba de ser electo y entra en mayo. Por ahora, no está “in” lo suficiente.

Lo que pasa es que los consultorios están en el cuarto piso y sirven para despistar el funcionamiento d el burdel sin trabas que se ha instalado en el mezaninne del sexto piso, que usan las sombras para documentar las malas conductas de estos próceres y garantizar que nunca pretendan salirse del redil.

 Yo, cómo estoy en tiempo libre, tomo apuntes y hago simples inducciones por hobby. Lo que cambió las cosas fue que mi supervisor se dio cuenta e intentó despedirme de una.  Tuve la suerte que también recibe órdenes directas de la oscuridad y le dijeron que me podrían sacar provecho.  Me llamaron  a entrenamiento una tarde, me hicieron cuatro entrevistas y diversos test de agilidad mental y me citaron para la semana primera de febrero. Me reclutaron, pues y ahora tengo dos sueldos, el de conserje, y la de soplona que cruza dictámenes sobre candidatos a gobernante antes de incorporarlos al Club de las Burbujas —nombre dado al casi inaccesible lupanar de arriba— donde no se admiten soplones, no vayan a contar en las revistas que las esferas del poder son un verdadero puterío donde se ejecutan todas las perversiones y se solapan todas las culpas, gracias a la evidencia de que allá —más cerca de las nubes— nadie es inocente.

Desde entonces, todos los que van hacia arriba derivan accidentalmente acá. Una emboscada necesaria, un cribaje para que no lleguen débiles ni moralistas.

Ah, por cierto, L. N. Chiverre no logró suicidarse.  Cayó sobre un montón de mierda depositado en el traspatio del edificio de marras,  éste que conocemos como Torre de la Luz Liberta Capital.

Lo de que se iba a tirar por problemas morales, es un chiste.  Lo aclaro para el lector que está mirando el fútbol y pierde el hilo conductor.

Porque si una cosa se le puede reclamar al grupo de ingenieros que levantó estas estructuras es su absoluta mezquindad: ha construido un lugar ostentoso, alejado del mundo y rodeado de naturaleza, pero para ahorrar unos pesos, decidió declinar la batería sanitaria.

Así que los mandatarios van al cerco sin comentar ni pío.

Un horror.


2 comentarios:

  1. Me ha fascinado la forma en que ha construido una sátira tan mordaz y efectiva sobre el poder y la corrupción. Su uso del humor negro y el lenguaje crudo para exponer la decadencia moral de los personajes es realmente refrescante.

    Me pareció especialmente lograda la forma en que retrata la hipocresía y la doble moral de los personajes.

    Saludos

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