martes, 31 de diciembre de 2024

LA FRUSTRACIÓN DE VIVIR LA BUROCRACIA- NARRATIVA

LA FRUSTACIÓN DE VIVIR LA BUROCRACIA

 

Estoy despierta, como siempre desde las cuatro y media y a esa hora me meto a la ducha mientras mi marido prepara el café.  Luego, él también se arregla y se marcha a la oficina.

Hoy tengo teletrabajo y es una mierda. En lugar de aligerar las tareas, me complica la agenda: la supervisora que jode a cada rato y yo que, entre rato y rato, voy sacando las tareas de la casa.

Esto implica esde abrillantar el piso y guardar todos los tiliches desparramados por la sala, hasta preparar la comida, limpiar la nevera y poner en las gavetas el cebo para los bichos que, en estos días calurosos, se multiplican como las ronchas de la varicela.

Así que cuando Juan vuelve, ya estoy rendida, pero sigo multitareas haciendo la limpieza de los ventanales y mirando desde lejos una telenovela a la que hace rato perdí el hilo (porque es una maraña de complicaciones y mala suerte a la que si le pongo atención me va a matar de un infarto).

Miro a Landrú correr hacia la puerta emocionado. Ha saltado del sofá y es entonces que descubro la humedad de la meada. Puta perro que no aprende protocolos, pero es mañoso y simpático y todo se lo toleramos. Mañana mismo pasaré a comprar un hule protector para que no se arruine la tapicería. El cañón del llavín gira y adivino desde lejos que entra mi marido con las patotas sucias por la lluvia y que la sala vuelve a su estado natural de chiquero sobrepoblado.

Ahora, ¿qué pasa, Fulana, Sutana o Katana…? Me da igual. Estas novelas turcas quedan debiendo en el guión o en la traducción. Esa manera de insertar acontecimientos vía pregunta manida es desesperante, pero ni a patadas diré que estoy harta de ver La aguja en el ojo, culebrón que ya ha durado año y pico.

Lo malo es que Juan habla como una lora embarrada de lo que sea. Nada lo detiene y no le importa que yo esté de nuevo en la cocina mirando el otro televisor y pelando cebollas.

—Sopa de azúcar es el café que me dieron en la oficina del Kepis. Ralo, tibio y creo que con seis o siete cucharadas de azúcar.

—Pudiste pedirlo sin nada.

—No me dio chance. Imagináte que la secre vino con la taza y las galletas sin que nadie le requiriese hacerlo.

—A caballo regalado…— digo yo mientras pienso que no quiero conversar.

—No creás que se ha portado amable, no—. Oigo correr el sillón esquinero y adivino que se ha tirado sobre el mismo como si fuese una marioneta sin cables—. Ése no mueve un dedo si no hay plata. Fui a ver si me ayudaba con la patente del bar para las fiestas populares, pero dice que hay demasiadas solicitudes y no puede dar preferencias. Sin embargo, dice que, si le habla al alcalde, capaz y se porta bien. Tan hijo de puta ahora como antes, cuando era el policía de Costa del Lodo.

—Vos dijiste que no era policía, sino matón.

—Bueno, pero tenía una gorra azul de las que usan los capitanes y, en lugar de macana, un trozo de tubo de hierro colado que cargaba siempre en la mano derecha. Parecía un plomero de ésos que dejan abandonado el brete para irse a meter a la cantina y volver a la tarde con un supuesto repuesto que les costó encontrar.

—Bueno, y ¿te dio los permisos?

—¿Qué parte no entendiste? Quiere plata:  para él y para su jefe. Así no tiene gracia porque lo que ganaríamos con cervezas de contrabando se lo dejaría el alcalde Mairena y este bicho.

Ah, prepárame una manzanilla, por favor. Me estoy muriendo de náusea.

Entretanto Negligé —algo así se llama la chica protagonista— saca un frasquito de veneno azul y lo vierte en la bebida de su marido que aún no llega a casa, pero le ha dicho que en tres minutos ha de llegar. Para que lo tengamos claro los televidentes de otra lengua, los utileros han puesto una etiqueta en el frasco con una calavera tipo pirata con el par de fémures cruzados y el editor ha insertado un flash donde se mira un par de detectives con gabardina negra, de pie junto a una silueta humana pintada sobre la sala de un sujeto que ha pasado a otra dimensión por vía asistida.

Vaya estupidez, me digo.

Recuerdo que Costa del Lodo no tiene ni ha tenido policía antes. Eso ha sido lo que propicia que seres como Kepis —matoncito, grandulón— se posicionen para abusar de todos y así no tener que buscar trabajo.

Además, en esos lugares no hay oportunidades.

El asistente del alcalde le lleva doce años a mi marido. Creo que es contemporáneo del cura Cardenillo, aquel que pagó porque un tipo le escribiera sus memorias y ni se dio tiempo en verificar lo contado.

Luego lo asesinaron y lo que salió a la luz fue un libro escabroso que cuenta las mediocridades que lo llevaron a ser párroco urbano por un par de décadas.

—Tere, ¿me vas a dar la manzanilla? — dice el baboso desde su lugar de ocio mientras revisa las redes sociales.

—Esperáte. Las cosas no se hacen solas—. Deberías ayudarme un poco.

—Ahora que me recupere. Lo del café me dejó intoxicado. Estaba pensando que lo mejor es buscar otro cantón que tenga fiestas populares para llevar allí el chinamo de cervezas. Quizás allí, por barrio El Recuerdo.

—Tendrías suerte si no te sale otro Mairena y otro Kepis. En todas partes, el poder político anda podrido.

—Y vos, ¿qué has hecho? — pregunta mi esposo con una inflexión de voz que simula ternura.

—Trabajar como loca, qué querés.  La rata de la jefa quiere quedar altísimo con el mandamás y quiere que para el viernes tenga listo el dictamen del contrato. Yo no creo poder hacerlo porque eso está oscurito. Creo que me voy a incapacitar por psiquiatría y de ser posible busco otro empleo.

—Comprendo. Si avalás algo sucio, la junta directiva se lava las manos y cuando vengan las denuncias, te caen encima. Ellos siempre se cubren mutuamente.

—Ah, por cierto.  El presidente del ministerio es primo lejano de Mairena. Un tipo gordo, feo, cara de idiota, que toca la guitarra —dice él— y se siente showman. Ahora, para las fiestas de la Independencia, nos dio la mañana libre para que fuésemos a un acto cívico donde cantó en inglés tres piecillas:  Yesterday y no sé qué más.

Luego, hizo un discurso sobre el futuro de la justicia social en el país y terminó profiriendo amenazas de altos tonos contra todos los movimientos sociales:  ya no sabemos a qué intereses representa. La gente se puso como los diablos y le gritaban de todo —al menos, los estudiantes de secundaria, que tenían menos que perder—.  Pasamos el resto del día encanfinados, con la presión alta por el desaire del maldito prepotente.

Dice Zavala que habló con la encargada de prensa para ver qué se traía entre manos el maldito Joel. Le respondió doña Narda que así era él: que seguramente se estaba cagando y los conserjes tenían todos los baños con llave. Que lo disculpen, dice la periodista, porque él no sabe expresar las cosas.

Y claro, vuelvo a la sala con la manzanilla ya con su taza y platito, pero Juan está hibernado desparramado y con la cabeza hacia atrás, mientras una baba le resbala por la comisura izquierda de la boca.

Y yo, de bruta, estoy casi segura que me he perdido la muerte de Murat, el esposo de la Negli, que es una escena que bien puede durar quince minutos porque tienen esa manía del suspenso y de hacer primer plano de todos los rostros angustiados y secuenciar hasta los menores detalles para sostener a la persona con las palomitas detenidas a medio camino del frasco a la boca porque, cuando menos lo esperamos, el difunto resucita más rápido que despertar al Juan.

 


viernes, 20 de diciembre de 2024

PAISAJE DE NOVELA NEGRA SIN CINTAS AMARILLAS

PAISAJE DE NOVELA NEGRA SIN CINTAS AMARILLAS

 

Alguien pesca en un bote lago adentro

Con la luna puede verse la silueta

Las aguas están quietas el agua negra

La vegetación con parches de luz y mucha sombra

En la orilla varios ojos rojos le vigilan

Apenas está cayendo una llovizna

Pero el pescador va empapado de hace rato

Lleva tres horas en silencio y en espera

Es posible que no haya peces en la zona

La temporal ausencia de la luna borra todo

El silencio persiste y es de goma

No hay viento ni frío en esta escena

Sólo un sonido de crack y el barullo

La bandada de aves que ha tragado la penumbra

El pescador se tumba y va sin remos

Un granizado de sangre en sien derecha

Hay que esperar el alba para verlo


miércoles, 18 de diciembre de 2024

NOTAS DE MALANGA- POESíA

NOTAS DE MALANGA

 

Las calles de Malanga tienen cicatrices queloides

Y nunca dejan de lacerarse hasta la pena

Cuando llueve los charcos le maquillan

Y uno diría que una mancha marrón de agua

Rodea una isla diminuta y necia

Que gusta de emerger en los veranos

El camión de la basura pasa dos días por semana

Eso es como espulgar un gallinero

Labor de necios solamente

Los comerciantes lavan con manguera

Los residuos que deja la violencia

Y luego cuelgan etiquetas de descuentos

Que cargan pequeños sobreprecios

Artificio es una ciudad que no mejora

Siempre tiene fiebre de miseria

Y demasiada gente flotando sobre el barro

Uno diría que es lo mismo siempre pero yerra

La gente se va borrando con el tiempo

Y no se repone con los jóvenes

Porque tampoco les ofrecen un camino

Todos aquellos que endeudan su futuro

La profecía dice que no hay nadie

Cuando llama un ciudadano por ayuda

Mañana no hay nadie en los salones escolares

Mañana no habrá nadie dónde sea

Mañana es solamente polvo y aceites residuales

Mañana no existe si es cemento

Pero Wall Street sonará su campanilla

 


domingo, 8 de diciembre de 2024

LOBO POSMODERNO-POESÍA

LOBO POSMODERNO

 

Me perdido mis huesos hace rato

Un día amanecieron hechos polvo

Para caminar aprendí a reptar sobre las piedras

Pero se acortaba el horizonte

Por ello armé una estructura de madera cuatro patas

Tuve que atarme a ella con correas

Y desarrollar callosidades apropiadas

Ahora soy mamífero y cuadrúpedo

Transito la ciudad a medianoche

Mastico todo tipo de papeles

Tengo una rara fijación por cuevas húmedas

Me deja indiferente cualquier luna

martes, 3 de diciembre de 2024

REQUIESCAT IN PEACE- POESÍA

REQUIESCAT IN PEACE

 

Acá no hay nada que explorar no se preocupen

Nos mueven la doctrina del salvaje

Los que tienen algo quieren todo

Y han puesto en lugar de dios un cementerio

Trovadores victorianos lanzan cánticos racistas

Que incorporan al folclor los eruditos

Los periodistas hablan de cosas banales

Por ejemplo la historia oficial

Nuestra vocación de borregos colabora

Ellos dan la vuelta de tuerca sobre el tema

La lluvia cae siempre en calle siete

Miren el cuartito de madera

Solamente la antena de TV sobrevive el aguacero

Allá van flotando las piltrafas y las ropas

Comunidades virtuales nos distraen

Nos hacen enredarnos en mentiras

En las redes simulamos diálogos de momias

Ningún emisor piensa el mensaje

Y quiere aniquilar la disidencia

Aquí estamos

Pero no como los hombres de Guillén

Nuestro estado actual es lo contrario

No nos llega palabra con sentido

Son estrictos insultos guturales

Y la selva de cemento crece afuera

La ciudad con sus ruidos digestivos

Nos hace creer que conversamos

Y que algún baqueano va a salvarnos

Cuando todo este concreto nos sepulte